Nuestras almas quisieran conocer tu vida al lado del Señor en este mundo, pero no quisiste dejar nada por escrito, prefiriendo envolver tu misterio con el silencio.
Oh, Virgen Purísima, Madre de Dios, dinos, ¿de qué forma amabas a tu Hijo y Dios tuyo, cuando vivías en este mundo? ¿Cómo se alegraba tu espíritu en Dios, tu Señor (Lucas 1, 47)? ¿Cómo contemplabas Su bellísimo rostro, pensando que Él es Aquel a Quien sirven, con estremecimiento y amor, todos los poderes celestiales? Dinos, ¿qué sentía tu alma cuando sostenías en tus brazos al maravilloso Niño? ¿Cómo lo criaste? ¿Cuáles fueron los dolores de tu alma, cuando, junto a José, lo estuviste buscando durante tres días por Jerusalén? ¿Qué clase de dolor te inundó cuando el Señor fue sentenciado y murió en la Cruz? Dinos, ¿cómo fue tu alegría al saberle resucitado y cómo suspiraba tu alma después de Su ascensión?
Nuestras almas quisieran conocer tu vida al lado del Señor en este mundo, pero no quisiste dejar nada por escrito, prefiriendo envolver tu misterio con el silencio.
Fuente Doxologia
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