Cada acusación injusta, soportada con bondad, es una corona de Dios sobre tu cabeza. No pierdas, pues, este bien.
¿Fuiste difamado por alguien, a pesar de no ser culpable? Sopórtalo con mansadumbre. Y esto será como un canon por las cosas por las cuales te consideres verdaderamente culpable... Por eso, esas difamaciones son una manifestación de la misericordia de Dios por ti. Tienes que reconciliarte con aquella persona, por difícil que te parezca. Cuando veas que eres difamado, utiliza esto como una eficaz medicina. Haces bien conservando una conducta fraterna para con esos que te aplican dicho tratamiento. Cada acusación injusta, soportada con bondad, es una corona de Dios sobre tu cabeza. No pierdas, pues, este bien.
Sé que es difícil soportar las difamaciones. Es como un fango, pero un fango que sana. Sopórtalas, pues, porque vendrá el momento en el que el médico de almas habrá de apartar tal medicamento. También el Señor fue difamado, siendo llamado un “un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores” (Mateo 11, 19), “estamos seguros de que tienes un demonio” (Juan 8, 52).
¡Ser partícipe de las ofensas que recibiera el Señor es una gloria muy grande! En esos momentos, hazte humilde, pero sin perder la fuerza moral de tu espíritu y conservando todo el convencimiento que, al no ser condenado por tu propia conciencia, siempre podrás dirigir la mirada a Dios dignamente, permaneciendo con confianza ante Él.
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Sfaturi înțelepte, Editura Egumenița, Galați, pp. 296-297)
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