Vengan conmigo. . . para que descansen. (Marcos 6, 31)
¡Jesús invita a sus doce apóstoles a descansar! En general, daba la impresión de que todo el mundo quería siempre algo de él, ya fuera sanación, liberación, consejo e incluso una buena discusión teológica; pero el Señor quería tener tiempo, en medio de todo este trajín, para estar a solas con ellos y descansar en la presencia de Dios. Quería ayudarles a encontrar el equilibrio correcto entre el servicio a Dios y el reposo espiritual, en el cual Dios pudiera atender a sus necesidades.
Equilibrio. ¿No es esto algo muy difícil de encontrar? En una sociedad que pone atención casi exclusivamente en los logros y los resultados, la idea de reposar en silencio con el Señor y recibir su bendición puede parecer como un ejercicio de escape o pereza. Pero la verdad es que todos necesitamos pasar tiempo a solas con el Señor; todos necesitamos acudir a él en el silencio del corazón, para que él nos fortalezca, nos consuele y nos revele su voluntad. Porque sin este tiempo de comunión en su presencia, no tendremos nada que ofrecer a quienes atendemos y cuidamos.
Al referirse a la oración, el teólogo jesuita Hans Urs von Balthasar dijo una vez: “Acosados por la vida y exhaustos, buscamos algún lugar dónde estar en silencio y meditar honestamente en lo que hacemos deseando una renovación espiritual. Anhelamos reavivar el espíritu en Dios, simplemente abandonarnos en él y recuperar nuevas fuerzas para vivir… En un campo de quietud, ahí yace para nosotros un tesoro.”
¡No dejes de buscar ese tesoro! No permitas que el mundo te convenza de que ya tienes todos los recursos que necesitas para enfrentar los desafíos de la vida. Cada día, Jesús tiene dones especiales para ti, tesoros que él sabe que necesitarás mientras afrontas los altibajos de la cotidianidad. Estos tesoros pueden ser un versículo de la Escritura para compartir con un ser amado, un abrazo cálido del Espíritu Santo para reconfortarte en una dificultad o una dosis de valentía para aydarte a luchar contra la tentación.
Así que, toma en serio palabras de Jesús, pues te está llamando ahora mismo diciéndote: “Ven conmigo.” Aparta un tiempo y un lugar hoy día a donde puedas ir y descansar, para que él te enseñe y te ame.
“Gracias, Señor y Salvador mío, por llamarme a tu lado. ¡Aquí estoy, Señor! Ven y lléname.”
1 Reyes 3, 4-13
Salmo 119 (118), 9-14
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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