Todo bautizado es una morada del Espíritu Santo. Es un privilegio y una responsabilidad delante de Dios. Se trata de un privilegio por ser un don gratuito de Dios, no depende de nosotros, o de la santidad del ministro del bautismo, pues quien bautiza es Jesús. Significa una responsabilidad, porque el Espíritu Santo no actúa por el solo hecho de estar en nosotros, sino con nuestro consentimiento y participación. Tiene que existir una sincronía entre la acción de Dios y la respuesta del hombre. Lo que sucede la mayoría de las veces es la quiebra de la sincronía. El bautismo acaba siendo una tradición muerta, en lugar de ser la posesión real del poder de la cruz.
p. Alberto Luis Gambarini
El Fuego de Pentecostés – pág. 38 – Ed. Ágape
No hay comentarios:
Publicar un comentario