La verdadera vida cristiana es aquella en la cual existe una experiencia diaria del Espíritu Santo, como fuente de una vida abundante. En este Espíritu, el apóstol Pablo nos exhorta fuertemente: “No se embriaguen con vino, que es fuente de desviación, sino llénense del Espíritu” (Ef. 5,18)
p. Alberto Luis Gambarini
El Fuego de Pentecostés – pág. 39 – Ed. Ágape
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