lunes, 16 de marzo de 2020

ACOGER A CRISTO


Acoger a Cristo

Los pobres delante de la iglesia piden limosna. ¿Cuánto dar? Eres tu quién decide; no fijaré la cantidad, con el fin de evitarte toda confusión. Compra en la medida de tus medios. ¿Tienes una moneda? ¡Compra el cielo! No es que el cielo sea barato, pero es la bondad del Señor que te lo permite. ¿No tienes una moneda? Da un vaso de agua fresca (Mt 10,42)...

¡Podemos comprar el cielo, y descuidamos hacerlo! Por un pan que das, obtienes a cambio el paraíso. Aunque ofrezcas objetos de poco valor, recibirás tesoros; da lo caduco, y obtendrás la inmortalidad; da bienes perecederos, y recibe a cambio los bienes imperecederos... Cuando se trata de bienes perecederos, sabes dar prueba de mucha perspicacia; ¿por qué manifiestas tal indiferencia cuando se trata de la vida eterna?...

Podemos, por otra parte, establecer un paralelo entre estos recipientes llenos de agua que se encuentran a las puertas de las iglesias para purificar allí las manos, y los pobres que están sentados fuera del edificio para que purifiques tu alma por ellos. Has lavado tus manos en el agua: de la misma manera, lava tu alma por la limosna...

Una viuda, reducida a una pobreza extrema, le dio hospitalidad a Elías (1R 17,9s): su indigencia no le impidió acogerlo con una gran alegría. Y entonces, en signo de reconocimiento, recibió numerosos regalos que simbolizaban el fruto de su hermosa acción. Este ejemplo te hace desear posiblemente acoger a un Elías. ¿Por qué pedir a Elías? Te ofrezco al Señor de Elías, y no le ofreces hospitalidad... He aquí lo que nos dice Cristo, el Señor del universo: "Cada vez que lo hicisteis a uno de estos pequeños que son mis hermanos, a mí me lo hicisteis" (Mt 25,40).

San Juan Crisóstomo (c. 345-407)
presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía sobre la conversión, n° 3, sobre la limosna

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