No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete. (Mateo 18, 22)
No hace falta indagar mucho para darse cuenta de que en el mundo actual hay una gran falta de amor y compasión. La vida personal y familiar, las comunidades e incluso el mundo entero serían diferentes si todos aceptáramos y practicáramos el mandato de Jesús de amar a Dios y al prójimo. ¡Qué extraño resulta que siendo el amor de Dios como un bálsamo que alivia y sana las profundas y dolorosas heridas causadas por el odio y el resentimiento, por lo general nos resistimos a aplicarnos ese bálsamo a nuestras heridas!
Dios nos ha dado a conocer su amor en su Hijo Jesucristo, cuya vida y misión se caracterizaron por el amor. Su pasión, su muerte y su resurrección fueron la demostración de un amor y una misericordia jamás igualados: “Nadie tiene un amor tan grande como el que da la vida por sus amigos” (Juan 15,13). ¿Podemos acaso siquiera empezar a apreciar la inmensidad de esta compasión?
La voluntad del Padre para su pueblo es que tengamos parte en su vida divina por medio de Cristo. Por eso, cuando leemos que él nos enseña que debemos perdonar “setenta veces siete” (Mateo 18,22), debemos reflexionar sobre esta parábola a la luz de lo que Dios desea para su pueblo y del ejemplo que nos dio el Señor. Pero por lo general, nos encerramos en nosotros mismos y decimos que no podemos perdonar, cuando en realidad tenemos que mirar a Jesús para ver que él no se limitó a enseñar acerca del perdón, sino que perdonó sin condiciones ni medida.
Pero la capacidad de demostrar amor y compasión hacia los demás es fruto de la unión con el Padre por medio de Cristo. Nuestra compasión es la misma que Jesús tuvo con nosotros, y ella nos exige no cansarnos nunca de obedecer a Dios ni de hacer su voluntad, y no perder jamás la esperanza. Esta compasión cura, consuela, reconforta, perdona, alivia el dolor y lleva a muchos a la salvación; no excluye a nadie, y podemos ejercitarla por medio de nuestras acciones, palabras y oraciones. Es, sin duda, el bálsamo que restaura la salud del mundo.
“Señor Jesús, ayúdame a estar siempre consciente de las oportunidades que encuentro en la vida para ser instrumento de tu misericordia y actuar conforme a ello.”
Daniel 3, 25. 34-43
Salmo 25 (24), 4-9
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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