Si eres cristiano, haz de la contrición la esencia de tu alma. La contrición no solamente pide el perdón de los pecados, sino que también reconoce su propia debilidad e insignificancia ante Dios. Es acompañada por la humildad, el temor de Dios y el recuerdo incesante de la muerte.
Vive siempre en ella. Para encontrarla, pídesela a Dios. Y, para tenerla siempre, pídela siempre. Para esto es muy útil la “Oración de Jesús”. Si obtienes este don tan amado por todos los santos, te habrás librado ya de todo pecado.
(Traducido de: Jean-Claude Larchet, Ține candela inimii aprinsă. Învățătura părintelui Serghie, Ed. Sophia, București, 2007, p. 133)
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