Permanece firme y verás la liberación.
Jesús dice: “Ve, tu fe te salvó”. En el mismo instante, él recupero la vista y fue siguiendo a Jesús por el camino. (MC 10,52)
La gran sanación de Bartimeo se dio de inmediato, pero fue, a lo largo del camino, que el se formó como discípulo, hasta volverse un gran apóstol. La Biblia no cita más nada sobre él, pero podemos imaginar cuánto debe, éste hombre, haber testimoniado su cura y anunciado a Aquel que lo curó.
Nosotros también somos curados a medida que caminamos, como el pueblo de Israel cuando caminó hacia la Tierra Prometida, y se enfrentó con el Mar Rojo (cfr. Ex 14,21-22)
Ellos miraron hacia el frente el inmenso mar y, pisando sus talones, el gran y poderoso ejército del faraón. Llenos de espanto, invocaron a Dios y criticaron a Moises. El pueblo dijo: “Era mejor servir como esclavos a los egípcios que morir en el desierto” (Ex 14,12b) Pero Moisés respondió al pueblo: “¡No teman! Permanezcan firmes y verán la liberación!”
En verdad él estaba pidiéndoles tres cosas muy difíciles: no tener miedo, tener ánimo y creer que Dios daría la liberación. Y el Señor le dice en Éxodo 14,15: “Dí a los israelitas que se pongan en marcha”, y así se dará la gran liberación. El se pone en camino hacia el mar, atrás viene su pueblo y, a medida que caminan, el mar se va abriendo. Esta es la respuesta de Dios para cada uno de nosotros cuando estamos delante de nuestro “Mar Muerto”: continúa caminando y verás la liberación. Somos curados y liberados en la medida que caminamos.
Con los diez leprosos (Lucas 17,11-19) aconteció lo mismo. En aquella época ellos vivían totalmente separados de la sociedad y de las familias y formaban una vida propia en villas, fuera de la ciudad. Según los preceptos del judaísmo, para que ellos pudiesen volver a convivir con el resto era necesario que un sacerdote los examinase y asegurase la sanación. Jesús los curó y pidió que fuesen a presentarse al sacerdote. San Lucas dice que mientras ellos iban de camino quedaban curados (Lc 17,14b)
A lo largo de mis años de experiencia y contacto directo con las personas, tanto de mi comunidad como también de tantos lugares de éste país y del mundo, he presenciado que conforme vamos caminando, en comunidad, vamos siendo curados de nuestras lepras y liberados de tantas cárceles que nos aprisionan: “Es por vuestra perseverancia que conseguiréis salvar vuestra vida!” (Lc 21,19)
Y así las manos de Dios van moldeándonos, restaurando y devolviendo nuestra originalidad de hijos. Imagen y semejanza de un Dios que es Amor.
También es en el camino que aprendemos a descubrir la voluntad del Señor para nuestra vida, volviéndonos misioneros de ese Amor, donando al prójimo aquello que de Dios recibimos. Como dice San Agustín: “Dios solo nos pide aquello que El ya nos dio”.
Creo que de esa manera aconteció con Bartimeo: el tuvo el gran encuentro consigo mismo y con Jesús en aquel día. Pero era necesario ir al encuentro del prójimo, dividiendo o donando todo aquello que recibió de Él. El Maestro entró y salió de Jericó, pero tuvo tiempo suficiente para realizar un gran milagro y formar un verdadero discípulo.
Astromar Miranda Braga
Extraído Del libro “Tome a decisão! Lance fora a capa e mude a sua vida”
Adaptación y traducción del original en portugués
Fuente: portal www.cancaonova.com
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