Quizás parezca una tontería, pero me da la impresión de que mucha gente vive para sobrevivir, y en esas condiciones su vida familiar corre el peligro de deslizarse por una pendiente empobrecedora. La necesidad de trabajar para mantener un hogar puede llevar a perder la visión de conjunto, hasta el punto en que sus miembros descuiden el sentido de unidad y amor, y se acostumbren simplemente a cohabitar.
Por otra parte, un ambiente social cada día más permisivo y anárquico no respeta los límites de la familia y se mete en sus dominios sin pedir permiso. A través de la televisión, del cine, las modas, los amigos, los vecinos, fomentando situaciones contrarias a la paz y la estabilidad familiar.
Además, y esto es importante, la experiencia demuestra que las familias individualmente se ven desbordadas ante tales embates como si les cayera de repente una enorme ola que arrasara todo lo que encuentra a su paso, sin posibilidad de contenerla.
Ya Séneca, hace poco más de veinte siglos, escribió: “Primero fueron vicios, ahora se han convertido en costumbres", lo cual nos hace ver que este asunto viene de lejos. La conciencia de lo anotado nos puede hacer ver la necesidad de crear “zonas de sanidad”. Las famosas asociaciones de padres de familia, por poner un ejemplo, suelen limitarse a servir como sindicatos blancos al servicio de la directiva de la institución, cuando no su “longa manus”. Dichas asociaciones podrían convertirse en verdaderos instrumentos y baluartes para defender y vigorizar el ambiente que a todos nos gustaría tener dentro y fuera de casa. Hace algunos años un matrimonio amigo solía tener invitados a comer una vez a la semana, pero los temas acostumbraban a discurrir por caminos empedrados de superficialidad, cuando no de bromas y recuerdos insustanciales. Un buen día a Yolanda se le ocurrió la idea de sugerir a sus invitados que fueran preparados para hablar de un tema concreto: la educación de los hijos. A la semana siguiente los convidados y el tema fueron distintos, pero el resultado fue el mismo: una excelente experiencia.
No se trata de crear superestructuras complicadas, sino simples grupos de familias sin reglamentos, pero con criterios morales e ideales comunes. Las posibilidades de convivencia son muy variadas: paseos, campamentos, grupos musicales o de lectura, obras de teatro, deporte, visitas culturales, etc. Todo con tal de favorecer la convivencia entre chicos y grandes con quienes comparten un mismo estilo de vida. En algunos países ya existen asociaciones de familias numerosas o de televidentes, por mencionar algunos ejemplos.
Quizás sea el momento de levantar murallas que protejan a las familias de los ataques externos como se hacía en la antigüedad. Quienes no se comprometan en mejorar el círculo social donde se mueven sus familias tarde o temprano sufrirán las consecuencias. Pero quienes lo consigan nunca se arrepentirán de ello. Claro que todo ello requiere interés y tiempo, pero; ¿estás dispuesto a defender lo que más quieres, o no?
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