María, mujer de acero y de flores
María fue la mujer de José, mujer de familia, pero también mujer de Dios. La mujer llevaba en sí misma el don de ser como Dios en pequeñas medidas. Jesús estuvo nueve meses en el vientre, fue amamantado, amado por María, fue humano. La Santísima Virgen paso por muchos desafíos en aquella época, pero resistió.
Nuestra Señora tuvo que fijar sus ojos en Dios para ser fiel a la misión que le fue concedida. Mujer, si miras para ti misma, para la potencia que tienes para alimentar y manejar una casa, si miras a María, y te haces reflejo de las cosas simples, teniendo los ojos fijos en Jesús, todo va ser diferente.
Existe en ti, mujer, una sacralidad que día tras día necesitas reconocer.
¡Mujeres, no descuiden el don de su feminidad!
La mujer tiene el poder de “coser” el mundo, así como en el pasado entrelazaban los hilos, hacían todo lo que era artesanal. Necesitas ser artesana para “coser” el mundo.
Cuando tenemos un problema con papá, todo continua en pie, pero si la madre cae, difícilmente la casa se mantiene. La mujer es capaz de soportar un poco más que el hombre. Las mujeres mensualmente sienten dolor. Si fuese yo quien sangra, todos los meses tendría que ir al hospital. ¡Tengo pavor de sangre!
Mujer, lo que tienes es un don de Dios para que seas igual a la Virgen María.
María cumplió su misión de educar el hijo de Dios. Ella fue pedagoga.
Si Jesús fue capaz de subir al calvario, fue porque Ella lo educó para ser valiente. La Santísima Virgen no fue una madre histérica. Incluso en el momento que su Hijo murió, Ella estaba presente con una mirada discreta.
La mujer posee la sensibilidad.
Es mujer de acero, es mujer de flor. No podemos anunciar a Jesús solo por la justicia, sino por la misericordia. Solo conseguimos estar de pie si estamos en equilibrio.
¿Dónde esta tu equilibrio, mujer? ¡No seas relajada!
Madre, se el equilibrio, se madre de una forma correcta, se esposa con los dos pies, equilibrada – ni en omisión ni queriendo mandar en todo.
Tu esposo no puede ser un obstáculo para subir al cielo.
No permitas que el modelo de mujer de la sociedad te influya.
Que tu modelo sea Aquella que subió al cielo. Y tú, hombre, marido, toma la mano de esta mujer, porque si ella sube tú subirás junto a ella.
Padre Fábio de Melo
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