jueves, 31 de marzo de 2016

Meditación: Lucas 24, 35-48

Cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. (Lucas 24, 35)

El extraordinario Maestro a quien los discípulos habían seguido durante tres años, con quien habían recorrido toda Palestina y a quien habían visto morir en la cruz, se presentaba ahora ante ellos y les decía que en efecto había resucitado de entre los muertos. ¡Era como para que la vida les cambiara por completo! ¿Acaso se quedaría usted indiferente si hubiera presenciado lo mismo?

Para que los discípulos estuvieran seguros de que su muerte no había sido accidental, Jesús les abrió el entendimiento, para que comprendieran que en él se cumplía todo lo que profetizaban las Escrituras hebreas sobre el Mesías. En efecto, de principio a fin, Jesucristo es el cumplimiento de todo lo que Dios había prometido a través de los siglos.

Cada suceso, cada promesa profética, cada oración y cada comentario de sabiduría que aparece en la Escritura es parte de un mosaico minuciosamente construido para revelar algún aspecto de Jesús y de su amor a su pueblo.

Hoy mismo, 2000 años después de la resurrección, Jesucristo sigue personificando la totalidad de la revelación de Dios a la humanidad. Además, Cristo ha resucitado en gloria para compartir la esperanza y el gozo de su resurrección con todo su pueblo. El Señor desea que todos recibamos su vida divina y lleguemos a experimentar la victoria sobre el pecado y la muerte.

Jesús abrió la mente de los discípulos para que lo reconocieran en la Escritura, y también desea hacer lo mismo con nosotros. Leyendo sus palabras y meditándolas en el corazón, podemos experimentar su amor y su presencia. Quiere que sepamos que Dios siempre tuvo el deseo de entregar a su Hijo, para que nos reconciliáramos con el Padre y fuéramos partícipes de su vida divina. Ahora lo único que hace falta es que los creyentes hagamos un acto de fe e invitemos al Señor a que venga a nuestro corazón, haga allí su morada y permanezca con nosotros hasta aquel glorioso día en el que él mismo nos lleve de la mano a la presencia de Dios.
“Padre celestial, envíanos al Espíritu Santo para que nos revele a tu Hijo Jesús. Llénanos de gratitud, Señor, por la vida nueva que nos ofreces y abre nuestros ojos para que veamos lo maravilloso que es el plan que nos has revelado en las palabras de la Sagrada Escritura.”
Fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros


No hay comentarios:

Publicar un comentario