Uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: "¿Cuánto me darán si se lo entrego?". Y resolvieron darle treinta monedas de plata. Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo. El primer día de los Acimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús: "¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?". El respondió: "Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: 'El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos'". Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua. Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce y, mientras comían, Jesús les dijo: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará". Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno: "¿Seré yo, Señor?". El respondió: "El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!". Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó: "¿Seré yo, Maestro?". "Tú lo has dicho", le respondió Jesús.
RESONAR DE LA PALABRA
Juan Lozano, cmf
Querido amigo/a:
Hay momentos en la vida en los que hay que estar dispuestos y preparados para “dar la cara”, situaciones en las que no debemos dar marcha atrás, que deben ser afrontadas con firmeza, valentía y decisión. Son situaciones difíciles, inevitables, para las que no acabamos de estar del todo preparados y ante las cuales no es legítimo huir, pues debemos pasar por ellas; “apechugar” se dice en el español coloquial.
La liturgia de la Palabra de este Miércoles Santo nos recuerda que el momento de la Pasión de Jesús se va acercando y Él sabe que, por nosotros y en obediencia al Padre, tiene que afrontar lo que se le viene encima. Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos. A lo largo de su misión Jesús ha ido tomando conciencia de este gran paso de entrega y amor que le va a pedir el Padre; lo ha ido anunciando a sus discípulos sin que estos acabaran de comprender. El momento está cerca, llega la hora crucial de Jesús. Ante este acontecimiento, sitúate por unos instantes en su lugar, en su interior: qué pensará en esos instantes, cómo se sentirá. Son momentos cruciales, de mucho nerviosismo e intensidad, llega la prueba definitiva del amor en la que Jesús no huye, sino que da la cara: ¿A quién buscáis?[…] Yo soy.
El tercer cántico del Siervo que se proclama hoy en la primera lectura nos describe la actitud de Jesús, profetizada por Isaías: yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor.
Confianza absoluta, entrega por entero, abandono en el Padre, amor hasta dar la vida. Estamos a punto de asistir a este misterio máximo de amor que ha cambiado el curso de la historia, pero cuyo desarrollo y expansión va a seguir dependiendo de que nosotros lo pongamos en práctica, lo llevemos decididamente a la vida.
Acompaña en tu oración de hoy al Señor en estos momentos previos a su Pasión; ponte en su lugar y pídele que Él también te acompañe en los momentos cruciales de tu vida donde se te pida un gesto de amor aunque te duela, momentos para los que nunca acabamos de estar del todo preparados, pero ante los cuales nunca estaremos solos si dejamos al Señor estar a nuestro lado.
Vengo a Amarte
Señor, dame la libertad y la esperanza
frente al poder y el odio cada día.
Tómame de las manos y endereza
mis sendas hacia Ti cuando me pierdo.
Quiero besar tu nombre, releerlo
en la piedra, en el agua, en la mirada
llena de golondrinas y luceros
de los niños al sol, solos y frágiles
Lavo mi frente hoy de la tristeza,
mis manos de recuerdos y delitos.
Pongo mis pies en medio de tus sendas
y extiendo el corazón ante tus ojos.
Señor, antiguo amigo, novio ausente
y cercano a la vez,
bajo mis noches de atribulada luna,
vengo a amarte
a espaldas de los hombres y los árboles
V. Arteaga
Vuestro hermano en la fe.
Juan Lozano, cmf.
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