domingo, 17 de julio de 2016

Yo quiero misericordia, no sacrificios

Dios quiere que vivamos la misericordia, no sacrificios. Él quiere sanarnos por completo

Dios esperó este momento para encontrarnos. ¿Cuánto tiempo de caminata tenemos con Jesús? ¿Muchos o pocos años? No importa, lo importante es no acostumbrarnos con las cosas de Dios, porque deben ser siempre una novedad en nuestras vidas.
Vamos a leer el Evangelio en Mateo 9,9-13:
“Al irse de allí, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y lo siguió. Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos. Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos. « ¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?». Jesús que había oído, respondió: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”.

En dos episodios, Jesús hace esa referencia: “Yo quiero misericordia, no sacrificios. En uno de los episodios, Él está sentado con sus discípulos en la casa de un hombre rico; en otro, corta una espiga para alimentarse a sí mismo y a los discípulos. En los dos casos, los fariseos estaban presentes e intentaban culparlo.
Tiba - Dentro
Wesley Almeida/cancaonova.com

Práctica sincera y no formalidad

Jesús no decía que estaba despreciando el sacrificio, pero prefería la obediencia de corazón y el cambio de vida, a un simple ritualismo. Mateo, más que un simple escritor, fue el protagonista y testigo en este pasaje, por eso describe su propia conversión y llamado. Él era un cobrador de impuestos, un judío que cobraba los impuestos a su propio pueblo para llevar al imperio romano, era considerado un traidor del pueblo.
Mateo ya había escuchado hablar de Jesús pero todavía no lo había conocido. Entonces lo recibió a Jesús para comer en su casa. Como era cobrador de impuestos, también sus amigos eran igualmente despreciados. Para los judíos la cena tenía un valor muy importante, era un momento de compartir la vida, y al ser compartido con publicanos y pecadores lo fariseos se enojaron.

En ese momento, Jesús dio una de las mayores lecciones de los Evangelios: “Yo vine a llamar a los justos, no a los pecadores”. En esa lección está resumidad la misericordia de Dios. ¿Por qué? Somos muy misericordiosos cuando hablamos de nosotros mismos, rápidamente somos comprensivos; pero cuando se trata de otro, exigimos justicia y queremos ser rígidos. Jesús nos enseña que debemos practicar la misericordia con los demás y no quererla solo para nosotros mismos.

¿No es difícil ver las injusticias que existen en este mundo, pero Jesús no murió por nosotros? ¿Él no nos dió la victoria? ¡Su victoria es su amor por nosotros!
En Lucas 5, 17 vemos algunos detalles interesantes:
“Un día, mientras Jesús enseñaba, había entre los presente algunos fariseos y doctores de la Ley, llegados de todas las regiones de Galilea, de Judea y de Jerusalén. La fuerza del Señor le daba poder para curar. Llegaron entonces unas personas transportando a una paralítico sobre una camilla y buscaban el modo de entrar, para llevarlo ante Jesús.Como no sabían por dónde introducirlo a causa de la multitud, subieron a la terraza y, desde el techo, lo bajaron con su camilla en medio de la concurrencia y lo pusieron delante de Jesús. Al ver su fe, Jesús le dijo: «Hombre, tus pecados te son perdonados». Los escribas y los fariseos comenzaron a preguntarse: «¿Quién es este que blasfema? ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?». Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: «¿Qué es lo que están pensando? ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados están perdonados”, o “Levántate y camina”? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vuelve a tu casa». Inmediatamente se levantó a la vista de todos, tomó su camilla y se fue a su casa alabando a Dios. Todos quedaron llenos de asombro y glorificaban a Dios, diciendo con gran temor: «Hoy hemos visto cosas maravillosas».
La Biblia nos muestra un episodio en el cual un hombre que sufría una deficiencia física y espiritual. Habrá sido una persona muy cautivante, ya que sus amigos lo amaban mucho, al punto de cargalo en sus brazos para que pudiera ser curado por Jesús.

Cargar una camilla 100 metros es fácil, pero quién sabe la distancia que recorrieron ellos. ¡Imagínate el sol caldente! Pero siempre existe esa persona más entusiasmada que, cuando los otros comienzan a desanimarse, los motiva aunque sea a los gritos. Pero cuando llegaron a la casa estaba llena de gente. Intentaron entrar, incluso por las ventanas, pero habíamucha gente. ¿Vos le hubieras dado tu lugar? Piensa solamente: ¡Jesús estaba en esa casa! Y aquellos hombres fueron obstinados. Como no había una puerta, resolvieron abrir una. Entonces, subieron al tejado e hicieron un agujero. Imagina la dificultad de tener que levantar al paralítico hasta el techo y, después, bajarlo con cuidado, podemos imaginar también la desesperación del paralítico.

Los proyectos de Dios son mayores que los nuestros

Pensemos la expectativa de los amigos después de dejar al hombre delante de Jesús, después de todo aquel trabajo. Entonces, Jesús dijo: “Mi amigo tus pecados te son perdonados. ¿Frustración? Tal vez, porque el mal físico era lo que ellos llegaban a ver. Pero Jesús hace de eso una lección para los fariseos, mostrando que Dios tiene el poder de curar no solo el mal físico, sino también el del alma. Imaginen la alegría de esos hombre, la alegría de volver a casa caminando con su amigo.
Lo interesante es que el proyecto de Jesús era mucho más grande que las expectarivas de esos hombres, era una sanación completa, una sanación del alma y del cuerpo. Dios quiere mucho más que sanarnos, quiere salvarnos, quiere liberarnos de la verdadera parálisis del pecado.
Así como Mateo, que era un pecador, así como el paralítico, que necesitaba ser sanados, somo nosotros ahora quienes llegamos hasta Jesús. Así somos nosotros en el PHN. Tal vez nosotros ni queríamos estar en este Campamento, y fuimos traidos por amigos y parientes; probablemente no deseábamos esto. Pero el proyecto de Jesús para nosotros es más grande que el nuestro; el vacío que existe dentro de nosotros necesitaser llenado por la gracia y por la misericordia de Dios. No tengamos miedo de entregarnos a ese amor, porque quien se entrega al amor de Dios nunca más es el mismo.

Dios tiene hijos, no nietos

¡Dios no tiene nietos, tiene hijos! Entonces, si tus papás están la Iglesia eso no significa que tú estés salvado. Es necesario que tú te conviertas y hagas una experiencia con Dios, para que seas su hijo. Dios no quiere que vayas obligado a la Iglesia. Él quiere que lo busques, porque quieres estar con Él. Acuérdate de lo que dijo Jesús: “Yo quiero misericordia y no sacrificio”.
Necesitamos ser como Mateo, creer y estar dispuestos a abandonar todo lo que nos aparta de Él para seguirlo. Quien se encuentra con Jesús tiene una verdadera transformación, una verdadera sanación y milagro.

Tiba Camargos
Misionero de la Comunidad Canción Nueva
Prédica durante el Campamento PHN 2016
fuente Portal Canción Nueva en español

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