Aquí tenemos un sacerdote, un humilde hombre de campo, con muy limitadas habilidades para aprender de los libros; sin embargo, contemplativo, abierto al Espíritu y a todo lo sobrenatural, un verdadero hombre de Dios. Le nombraron párroco en un pequeño pueblo olvidado-de-Dios, donde pudiera cometer pocos disparates. Y efectivamente, no hizo nada incorrecto. A la vuelta de pocos años todo el mundo conocía dónde estaba el pueblecito de Ars. Los instruidos. los ricos y los grandes lo mismo que los ignorantes, los pobres y los pequeños fueron a buscar su consejo, absolución y ayuda. Cuando se discutió su admisión a la ordenación sacerdotal, él dijo: “Si Sansón pudo vencer y matar a mil filisteos con la quijada de un asno, quién sabe qué podrá hacer el Señor con un burro entero como yo?”
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