martes, 9 de agosto de 2016

Meditación: Mateo 18, 1-5. 10. 12-14


Santa Teresa Benedicta de la Cruz

Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños. (Mateo 18,10)

Estas palabras de Jesús nos hacen ver que Dios valora mucho a todo ser humano, especialmente a los más humildes y vulnerables. Pero, ¿le han movido alguna vez estas palabras a hacer algo en favor de los más indefensos del mundo? Por eso queremos crear conciencia entre los cristianos acerca de un grupo particular de “pequeños”: las multitudes de mujeres y menores que hoy son víctimas del trafico de personas.

La compra y venta de personas por su cuerpo o su trabajo es la delincuencia organizada que va creciendo con mayor rapidez en el mundo. El Informe sobre la Trata de Personas preparado por el Departamento de Estado de los Estados Unidos estima que más de 12 millones de adultos y menores son esclavizados para trabajo forzado y prostitución. Particularmente atroz es la compra y venta de niños a nivel mundial que llega casi a 1,2 millones cada año. Los angustiosos casos de estos pequeños (que pueden leerse en los sitios web de cualquier institución dedicada a combatir este flagelo) bastan para hacer llorar hasta a las piedras.

Países como Estados Unidos y Canadá son “fuente, tránsito y destino” de esta trata de esclavos, según el informe del Departamento de Estado. Unas 14.500 a 17.500 personas son traídas como esclavos cada año a los Estados Unidos, y más de la mitad de ellos son menores

¿Qué se puede hacer al respecto? Varias cosas. Primero, informarse. Buenos sitios web para comenzar son los de la Conferencia Nacional de Obispos Católicos (en los Estados Unidos: http://www.usccb.org); el noticiero “¡Paremos la Trata de Personas!” de las Hermanas del Divino Salvador (http://www.stopenslavement.org); el Proyecto Polaris (https://polarisproject.org) y Shared Hope (http://www.sharedhope.org). Segundo, procure obtener la colaboración de otras personas para presionar a los políticos a fin de que promulguen y hagan cumplir leyes que detengan este cruel y grave delito social. Y lo más importante: Rece, rece y rece para que termine este horrendo flagelo.

“Padre amado, despierta la conciencia de cuantos se dedican a la trata de personas para que abandonen esta infame práctica criminal, e inspírame Señor qué puedo hacer yo para contribuir a ponerle fin.”

Ezequiel 2, 8—3, 4
Salmo 119(118), 14. 24. 72. 103. 111. 131

Fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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