Desde la época de los patriarcas, los padres judíos siempre llevaban a sus hijos a los sacerdotes del templo para que los bendijeran. Los discípulos de Jesús, quizás para librarlo de lo que consideraban una interrupción incómoda, trataron de impedir que los niños se le acercaran. Pero Jesús nuevamente demostró que nuestro proceder no es como el suyo y ordenó que se los trajeran.
La vida nueva que Dios concede a cada niño en el Bautismo exige una cuidadosa alimentación, así como una semilla necesita nutrición y condiciones propicias para su crecimiento y desarrollo. Por esto mismo, el mal ejemplo, la falta de enseñanza o la instrucción incorrecta pueden ser muy perjudiciales para la fe del niño. La vida nueva puede verse ahogada cuando los padres dejan que el espíritu del mundo contamine y desfigure la vida espiritual de sus pequeños. La confusión queda sembrada en la mente infantil cuando la conducta de las personas a quienes ama y respeta le demuestra que el prestigio mundano o el éxito material son más importantes que la fidelidad a Cristo y a su Iglesia. Si en nuestros hogares no se acoge con amor a Dios, la confianza que los pequeños tengan en él se perderá con rapidez a medida que vayan creciendo.
Pero ¡qué diferente es el resultado cuando llevamos a nuestros hijos a Jesús! Dios nos ha confiado los hijos y nos ha prometido que realizará su obra en cada uno de ellos, “porque el Reino de los cielos es de quienes son como ellos” (Mateo 19, 14). Lo que a nosotros nos corresponde hacer es llevarlos a Misa y hablarles de Jesús, a la edad que sea; nuestro principal objetivo es que nuestros hijos conozcan al Señor, y para que esto suceda hay que dedicar tiempo a enseñarles acerca de Dios, de la Iglesia y de la Biblia. Pero la fe no se impone; más bien hay que pedirle al Señor que nos enseñe a conquistar el corazón de nuestros hijos para que se entreguen voluntariamente a Dios. Mediante la oración y el ejemplo, nuestros hijos llegarán a desear la vida de Cristo.
“Padre eterno, concédenos la sabiduría necesaria para llevar a nuestros hijos a tu Hijo Jesús. Úngenos con el Espíritu Santo, para que nuestra vida sea un testimonio de fe y amor para los hijos que nos has dado.”Ezequiel 18, 1-10. 13. 30-32
Salmo 51(50), 12-15. 18-19
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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