Se adelantó Pedro y le dijo: "Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?". Jesús le respondió: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda. El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor, dame un plazo y te pagaré todo". El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda. Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: 'Págame lo que me debes'. El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: 'Dame un plazo y te pagaré la deuda'. Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Este lo mandó llamar y le dijo: '¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de tí?'. E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía. Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos". Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, dejó la Galilea y fue al territorio de Judea, más allá del Jordán.
RESONAR DE LA PALABRA
Fernando Torres cmf
¿Han leído bien el Evangelio de este día? Cada vez estoy más convencido de que el perdón y la reconciliación son las armas más importantes que tenemos que usar para construir el Reino. Y que la no utilización de esas armas es lo que está generando la persistencia de las guerras, de los odios, de las venganzas. Veo en los pueblos y en las familias, en las personas en definitivo, como se quedan enquistadas las historias, lo que el otro me hizo o nos hizo. O no nos hizo. Y eso sigue ahí, generación tras generación. A veces da la impresión de que termina formando parte del ADN, de los genes de las personas. Parece que no se puede sacar ni extraer de ninguna manera.
Lo que las personas, y las familias y los pueblos parecen no darse cuenta es que la única forma de superar esas situaciones de conflicto absurdo, motivado las más de las veces por el ansia de seguridad propia y por el temor ante el otro, es a través del perdón y la reconciliación.
El Evangelio de hoy nos llama la atención sobre cuántas veces debemos perdonar. Parece que en alguna tradición judía se decía que no más de siete veces. Y a esa tradición se quería agarrar Pedro. ¡Siete veces son ya muchas veces! Hasta demasiadas dirían algunos. Jesús le da con la respuesta en las narices –era posiblemente la respuesta que Pedro no quería oír–. Hay que perdonar hasta setenta veces siete. Dicho en plan matemático, hasta cuatrocientas noventa veces. Pero como hay que suponer que los discípulos no sabrían demasiado de multiplicaciones, seguro que entendieron que hay que perdonar muchísimas veces, que hay que perdonar siempre. Sin límite, Sin medida.
Jesús sólo pone un argumento, que es el que se deduce de la parábola. Nuestro Padre del cielo nos ha perdonado todas las veces. Y nos seguirá perdonando. Porque tanto ustedes como el que escribe estas líneas, todos, vamos a seguir metiendo la pata muchas veces mientras que estemos vivos. ¿O alguno se atreve a decir que él no va nunca a...? Y el Padre no es que nos vaya a perdonar. Es que ya nos ha perdonado. Desde antes de... Y ahí está siempre, esperándonos, como el padre del hijo pródigo.
Y si esto ha sido lo que hemos recibido, lo que experimentamos día a día, como reconciliados por Dios. Pero no para vivir en una nube de cristal sino para ser ministros de la reconciliación. Para pensar menos en lo que nos ofenden, en lo que nos separa, y más en construir relación, anudar lazos entre las personas, perdonar, dar la mano, unir. Ahí está el camino para hacer de este mundo nuestro un mundo mejor para todos.
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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