La alegría no está ligada a la ausencia de problemas, sino a la forma en que los resolvemos: con Dios o sin Él.
Seguiremos teniendo problemas, pero sin preocuparnos por ellos, porque ahora sabemos que los problemas son inherentes a la vida y que la alegría no está ligada a la ausencia de problemas, sino a la forma en que los resolvemos: con Dios o sin Él.
Al mismo tiempo, hemos visto y seguiremos viendo que los problemas disminuyen cuando aprendemos a quitarle hierro a las cosas, porque el mismo Señor nos enseña a tener paciencia y hacernos humildes ante quienes nos rodean. Cuando “luchamos por nuestra propia razón”, las tribulaciones se multiplican y la vida se vuelve un verdadero infierno. Cuando bendecimos, cedemos por amor y con oración, aprendiendo a perdonar y a pedir el auxilio del Señor, todo cambia. No nos entristezcamos cuando volvamos a caer en la trampa de los “enojos”, porque ellos tienen un camino marcado en nuestro cerebro. Lo importante es respirar con tranquilidad y mostrarle al Señor nuestro estado, que Él nos dará sabiduría y fuerzas. El hombre inteligente sabe reconocer cuándo se equivoca, pedir perdón, arrepentirse cuando sabe que no tiene la razón, reconocer que hay algo que no sabe y alegrarse al aprender cualquier cosa, de cualquier persona y en cualquier momento.
Fuente: Doxologia
No hay comentarios:
Publicar un comentario