martes, 17 de abril de 2018

DEJARSE HABITAR POR ÉL

“He aquí la esclava del Señor
Hágase en mi según tu palabra”
Lc 1, 26-38


A poco de comenzar a leer el evangelio de Lucas nos encontramos con la impactante escena de la anunciación.

El anuncio del nacimiento de Jesús se hace en un pueblo desconocido de las montañas de Galilea; en una ignota aldea llamada Nazaret de la que nadie espera que salga algo bueno; en una humilde casa y a una joven virgen llamada María. Allí, el ángel Gabriel le anuncia que “el Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios”. El Salvador del mundo no nace como fruto del amor de unos esposos que se quieren mutuamente. Nace como fruto del amor de Dios a toda la humanidad. Jesús no es un regalo que nos hace María y José. Es un regalo que nos hace Dios. (Pagola J. El camino abierto por Jesús)

Hasta aquí el relato histórico y/o bíblico. Pero ¿te has puesto a pensar que hoy, pleno siglo XXI, Dios se nos sigue anunciando? Cada día que amanece Dios nos dice: “alégrate … el Señor está contigo… no temas” y busca habitarnos. Quiere engendrarse en nosotros, meterse en lo mas profundo de nuestro ser, llegar a nuestra esencia y desde allí transformarnos.

Ahora bien, nadie puede entrar en nuestras vidas si no le abrimos la puerta o mejor aún, para que llegue lo que esperamos a veces hay que hacer espacio.

Dejarnos habitar por Dios significa dejar de lado lo superfluo, reordenar nuestras prioridades y por sobre todo ceder el “control” de nuestras vidas. A diario, creyendo que tenemos el control, ponemos nuestras vidas en manos de otros: el chofer del colectivo, el maestro o profesor, el médico, la autoridad, etc. Pero cuánto nos cuesta abandonarnos en Dios, ¿no?

Él sabe, desde siempre, de nuestras miserias, necesidades, miedos, anhelos y sabe perfectamente cómo cubrirlos. Lo que necesita es que le abramos nuestro corazón.

Por eso te invito a imitar el sí de María y a que pienses que en definitiva, dejarse seducir por Dios es permitir que Él llegue a lo más profundo de tu corazón, de tu vida, y desde allí empezar a plantearte todas las cosas de una manera nueva, distinta (J. Sagüés SJ) para terminar repitiendo con nuestra Madre, el Señor hizo en mi maravillas ¡Gloria al Señor!

Eduardo Andreani
Magister en Filosofía
Mendoza Argentina
Fuente: Click To Pray

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