El extraordinario Maestro a quien los discípulos habían seguido durante tres años, con quien habían recorrido toda Palestina y a quien habían visto morir en la cruz, se presentaba ahora ante ellos y les decía que en efecto había resucitado de entre los muertos.
¡Era como para que la vida les cambiara por completo! ¿Acaso te quedarías tú impávido si presenciaras lo mismo?
Para que los discípulos estuvieran seguros de que su muerte no había sido accidental, Jesús les abrió el entendimiento, para que comprendieran que en él se cumplía todo lo que profetizaban las Escrituras hebreas sobre el Mesías. En efecto, de principio a fin, Jesucristo es el cumplimiento de todo lo que Dios anunció desde el comienzo. Cada suceso, cada promesa profética, cada oración y cada comentario de sabiduría que aparece en la Escritura es parte de un mosaico sabia y cuidadosamente construido para revelar algún aspecto de Jesús y de su amor a su pueblo.
Hoy mismo, dos mil años después de la resurrección, Jesucristo sigue personificando la totalidad de la revelación de Dios a la humanidad. Además, Cristo ha resucitado en gloria para compartir la esperanza y el gozo de su resurrección con todo su pueblo. El Señor desea que todos recibamos su vida divina y lleguemos a experimentar la victoria sobre el pecado y la muerte.
Jesús abrió la mente de los discípulos para que lo reconocieran en su Palabra, y también desea hacer lo mismo con nosotros. Leyendo sus palabras y meditándolas en el corazón, podemos experimentar su amor y su presencia. Quiere que sepamos que Dios siempre tuvo el deseo de entregar a su Hijo, para que nos reconciliáramos con el Padre y fuéramos partícipes de su vida divina. Ahora lo único que hace falta es que los creyentes hagamos un acto de fe e invitemos al Señor a que venga a nuestro corazón, haga allí su morada y permanezca con nosotros hasta aquel día glorioso en que él mismo nos lleve de la mano a la presencia del Padre.
“Padre celestial, abre nuestros ojos para que veamos lo maravilloso que es el plan que nos has revelado en las palabras de la Sagrada Escritura.”
Hechos 3, 13-15. 17-19
Salmo 4, 2. 4. 7-9
1 Juan 2, 1-5
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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