Bendigo al Señor en todo momento.
Salmo 34(33), 2
El salmo de hoy nos ayuda a entender cómo podemos bendecir al Señor en todo momento y para ello nos ofrece un modelo: primero, tener una actitud de alabanza sincera; luego, hacer que la alabanza brote del corazón, y finalmente, que esa actitud y esos actos fluyan hacia la gente que uno tiene a su lado. Ahora, veamos si podemos poner en práctica este modelo y si puede tener un efecto en el entorno en que vivimos.
Bendigo al Señor en todo momento. El Salmista comienza prometiendo tener siempre presente la bondad del Señor y alabar a Dios por ella. ¿Qué significa esto? Significa hacerte el hábito de dar honor y gloria al Señor en tus pensamientos y acciones. Una actitud similar puede florecer en nosotros si nos dedicamos a meditar en quién es Dios y lo que él ha hecho en nuestra vida. Incluso nos ayuda a encontrar alegría en las ocasiones más difíciles de la vida.
Su alabanza está siempre en mi boca. El salmista pasa a fijarse en las palabras que uno dice. Cuando en el corazón tenemos el hábito de alabar al Señor, eso se refleja en nuestras expresiones. Las quejas dan paso a la acción de gracias; las palabras de frustración ceden a afirmaciones de esperanza; la ira y el resentimiento quedan invalidados por palabras de paciencia y bendición. Todo esto sucede porque sabemos que Dios lo gobierna todo, aunque no lo veamos.
Que los humildes lo escuchen y se alegren. Por último, el salmista piensa que su actitud y sus palabras inspirarán a cuantos haya cerca de él porque se alegrarán de ver que alguien esté honrando a Dios, y ellos también empezarán a alabarlo.
Este es el resultado que podemos esperar si adoptamos la costumbre de alabar a Dios.
Así, pues, dedícate hoy a pensar en el primer paso. Escribe la palabra “alabanza” en una nota adhesiva y ponla en un lugar muy visible. Cada vez que la veas, alaba al Señor y no te preocupes si tienes que repetir lo mismo un par de veces. Practica el hecho de alabar al Señor en todo momento y observa el efecto que produce en ti y en los demás. Adopta la costumbre de alabar al Señor en tu pensamiento mientras cumples tus quehaceres diarios y verás que la paz y la alegría del Espíritu te acompañan siempre.
“Amado Jesús, concédeme la gracia del Espíritu Santo para que yo aprenda a alabarte y bendecirte de corazón en todo momento.”
Hechos 5, 17-26
Juan 3, 16-21
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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