«Ser sacerdotes ordinarios, simples, humildes, equilibrados, pero capaces de dejarse regenerar constantemente por el Espíritu, dóciles a su fuerza, interiormente libres,- sobre todo de sí mismos- porque les mueve el "viento" del Espíritu que sopla donde quiere (Jn 3, 8). Ser sacerdotes capaces de "levantar" en el "desierto" del mundo el signo de la salvación, es decir, la Cruz de Cristo, como fuente de conversión y renovación para toda la comunidad y para el mundo mismo»
Papa Francisco.
Homilía a los misioneros de la Misericordia.
11.04.2018
viñeta del Papa Leonan Faro
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