Evangelio según San Mateo 28,8-15.
Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos. De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense". Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él. Y Jesús les dijo: "No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán". Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido. Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero, con esta consigna: "Digan así: 'Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos'. Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo". Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy.
RESONAR DE LA PALABRA
Queridos amigos. ¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!
¡ALELUYA. CRISTO RESUCITÓ. ALELUYA! Hoy es el primer día de la octava de esta solemnidad. A lo largo de todo este tiempo litúrgico vamos a leer el libro de los Hechos de los Apóstoles. Libro que nos narra la primera evangelización y misión de la Iglesia apostólica. Esta evangelización Lucas la considera como una prolongación de la misión de Jesús que nos ha trasmitido en su primer escrito, el Evangelio. Dos apóstoles son los pioneros de esta evangelización: Pedro y Pablo, y con ellos muchos otros hombres y mujeres que, movidos por el Espíritu Santo, se dedicaron a esta primera tarea misionera.
La primera lectura de hoy es una parte del discurso de Pedro en Pentecostés, donde expone el KERIGMA, el anuncio fundamental: Jesús, hombre acreditado por Dios en vida con milagros de todo tipo, fue rechazado por los hombres. Pero Dios ha confirmado la veracidad de su causa y le ha expresado su aceptación exaltándolo con la Resurrección. Esta lectura es un ejemplo de la primera predicación apostólica centrada en Jesús de Nazaret, sobre su extraordinario acontecimiento humano, sobre la responsabilidad de quienes le rechazaron y sobre la absoluta presencia de Dios en su vida.
El Evangelio nos narra dos encuentros: el de Jesús con las mujeres cuando estas iban de camino para llevar el mensaje de la Resurrección a los discípulos (vv. 8-10) y el encuentro entre los sumos sacerdotes y los guardianes del sepulcro que se presentan a los jefes del pueblo para informarles de las cosas que han pasado (vv. 11-15). La Resurrección es un hecho sobrenatural y sólo la fe lo puede penetrar como en el caso de las mujeres, discípulas y mensajeras de Cristo Resucitado. La Resurrección será siempre un signo de contradicción para todos y cada uno de los hombres y mujeres: para los que están abiertos a la fe y al amor es fuente de vida y salvación; para los que la rechazan se vuelve motivo de juicio y condena.
El Papa Francisco nos está invitando insistentemente a anunciar el Evangelio, a salir a comunicar el Mensaje de Jesús, a ser discípulos misioneros como los primeros cristianos (Hechos) y a vivir la invitación de Jesús a las mujeres “id a decir a mis hermanos”. Ser cristiano y no anunciar a Jesucristo es una contradicción; creer en la Resurrección y no salir a anunciarla es una incoherencia. La fe en la Resurrección nos hace ser discípulos misioneros.
José Luis Latorre, misionero claretiano
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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