Si la vida fuera una obra de teatro o un videojuego estaría acotada por un tiempo preciso, un comienzo y un final donde se baja el telón o alguien gana la partida. Pero la vida mide otros tiempos, no con los tiempos del teatro o del videojuego; la vida se juega en tiempos parecidos al corazón de Dios; a veces se avanza, otras se retrocede, se ensayan e intentan caminos, se cambian. La indecisión pareciera que nace del miedo a que caiga el telón, a que el cronómetro me deje fuera de la partida, o a que no pueda pasar de nivel en el juego. En cambio, la vida es siempre caminar, la vida se hace en camino, no está parada; la vida es siempre un caminar buscando la dirección correcta, sin miedo a volver si me equivoqué. Lo más peligroso es confundir el camino con un laberinto: ese andar dando vueltas por la vida, sobre sí mismos, sin atinar por el camino que conduce hacia adelante. Por favor, no seáis jóvenes de laberinto, del cual es difícil salir, sino jóvenes en camino. ¡Nada de laberinto, sino en camino!
Santo Padre Francisco
Lituania - Encuentro con jóvenes
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