El Espíritu Santo es la tercera Persona de la Santísima Trinidad y el Dador de Vida. En el Credo Niceno, hacemos nuestra profesión de fe en el Espíritu Santo, proclamando que “Creo en el Espíritu Santo, Señor y Dador de Vida”. El Espíritu es llamado “santo” porque procede del Padre y de Jesús y es fuente de santificación en los fieles.
Desde el principio
En la creación, el Espíritu de Dios estuvo implicado en la producción de todo tipo de vida en el mundo como leemos en Gn 1, 2: “…y el soplo de Dios se aleteaba sobre las aguas “. El poder del Espíritu de Dios (el soplo) sacó de las aguas caóticas un génesis ordenado de vida nueva. Es el Espíritu el que da vida, tanto física como espiritual. Para que el hombre tenga vida eterna, Jesús dice que debe nacer de agua y de Espíritu. “Respondió Jesús: “En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios’” (Jn 3, 5). Según San Pablo: “…el Espíritu da Vida” (2 Cor 3:6). Ya que es el Espíritu Santo el que derrama el amor en los corazones de los fieles, Él es la fuente de toda vida verdadera en Dios. “Y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rm 5, 5). Por eso Jesús afirma: “El Espíritu es el que da Vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son Espíritu y son Vida” (Jn 6, 63).
En la Iglesia Primitiva
San Pablo escribe a la Iglesia de Roma mientras proclama a Jesús diciendo: “…constituido Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos, Jesucristo Señor nuestro.” (Rm 1, 4). El Espíritu Santo, “Dador de Vida”, estuvo profundamente implicado en el misterio de la encarnación. Cuando María se turbó pensando cómo sucedería esta vida nueva, el ángel respondió: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios” (Lc 1, 31–36).
En el Bautismo
En el Bautismo hemos recibido vida nueva en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. San Pablo nos enseña que: “Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. Porque si hemos hecho una misma cosa con El por una muerte semejante a la suya, también lo seremos por una resurrección semejante; sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con El, a fin de que fuera destruido este cuerpo de pecado y cesáramos de ser esclavos del pecado. Pues el que está muerto, queda librado del pecado. Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con El“ (Rm 6, 4–8).
En el bautismo de Jesús en el Jordán, el Espíritu Santo, el Dador de Vida, introduce a Jesús a una nueva fase de vida. Jesús está siendo ungido por el Espíritu como Mesías, y este evento espiritual marca el comienzo de su ministerio público (Lc 3, 21–22). Todos los que han recibido el bautismo en el Espíritu Santo estarán de acuerdo conmigo en que desde ese momento, nuestras vidas nunca han sido las mismas. Nació en nuestras vidas una nueva vida de misión.
Hoy
El Espíritu Santo es el inmenso amor entre el Padre y Jesús, el Amor que da Vida. Yo vivo en una comunidad de alianza residencial llamada Comunidad Yesu Ahuriire (Jesús Vive); y a lo largo de los años, he experimentado el amor de Dios brindando una nueva vida a mí, a los miembros de nuestra comunidad y a aquellos que vienen a nosotros, cuando nos sometemos al poder del Espíritu Santo en amor.
Recuerdo una señora llamada Kasande que era enferma mental y vivía en las calles de nuestra ciudad de Mbarara. El primer día que la trajeron a nuestra comunidad ella estaba sucia, olía, y apenas podía sonreír o hablar. Una mujer miembro de nuestra comunidad sintió una profunda compasión y amor por ella. La bañó, le dio ropa limpia para que se la pusiera, le dio comida y realmente la amó, y constantemente oramos por ella. Comenzó a cambiar lentamente, comenzó a comer durante el día, y comenzó a sonreír; después de tres años de amor y cuidados ella recuperó su nueva vida. Hace cuatro semanas pidió ser bautizada católica para poder recibir a Jesús. Ha sido una experiencia asombrosa del amor de Dios en acción entre nosotros.
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