miércoles, 31 de julio de 2019

Meditación: Mateo 13, 44-46

El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. (Mateo 13, 44)

¿Qué significa para ti ser parte del Reino de los cielos? Piensa por un momento en esta pregunta antes de continuar leyendo. Si no entendemos con cierta profundidad qué significa pertenecer al Reino de Dios, seguramente no lo consideraremos algo por lo cual vale la pena sacrificarlo todo.

Por otro lado, si conocemos de corazón el infinito amor de Jesucristo y sabemos que él vino a rescatarnos del poder y la condenación del pecado mediante su muerte y su resurrección, no dejaremos que nada se interponga entre él y nosotros. Cristo ha perdonado todos los pecados de cuantos acuden a su lado arrepentidos, para restaurar en ellos la verdadera vida del Padre. Si cada día recordamos estas cosas con gratitud, sabremos que el Reino de Dios es como un tesoro o una perla de gran precio y haremos todo lo posible por alcanzarlo.

Las propias Sagradas Escrituras nos dan muchos ejemplos de personas que supieron que el Reino era más valioso que todo lo demás, y de otros que no lo entendieron así. Consideremos el caso del joven rico (v. Mateo 19,16-22), a quien Jesús probó pidiéndole que abandonara sus muchas riquezas materiales. Esto fue demasiado para el acaudalado israelita; para él, sus tesoros eran más importantes que Jesús y más reales que la promesa de la vida eterna.

En cambio, la visión de San Pablo era totalmente opuesta, porque consideraba todo como pérdida comparado con el tesoro incomparable de conocer a Jesús y servirlo (v. Filipenses 3, 7-9). Su mayor deseo era conocer mejor a Cristo; todo lo demás lo consideraba “basura”.

Si hemos de ser como Pablo y desear el tesoro del Reino de los cielos, tenemos que conocer personalmente al Señor y amarlo de corazón. El hecho de experimentar el amor misericordioso de Dios es lo que nos hace desear el Reino antes que nada. El Espíritu Santo nos revela la inmensidad del amor de Dios, cuando le pedimos al Señor la gracia de experimentarlo en forma personal. Hermano, ¿le has pedido a Cristo que venga a tu corazón para que así conozcas al Rey del Universo en persona y así llegues a comprender que el Reino de Dios es más valioso que cualquier posesión material?
“Espíritu Santo, ven e ilumina mi corazón para que yo pueda conocer el gran amor que el Padre me expresa en Jesucristo, mi Señor.”
Éxodo 34, 29-35
Salmo 99 (98), 5-9
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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