«El Verbo se hizo carne» (Jn 1,14)
Cristo ha venido del Padre, ha venido del Verbo, ha venido del Espíritu Santo, porque toda la Trinidad ha realizado su concepción y su encarnación. Porque venir de lo alto de la Trinidad, no fue otra cosa que ser concebido y encarnado bajo la acción de esa misma Trinidad. Por eso el salmo dice : «Él sale del extremo del cielo…» (cf. Sal 18,7).
El Hijo único engendrado del Padre en la eternidad, salió de su madre engendrada en el tiempo. Permaneciendo invisible junto al Padre, vivió visible entre los hombres. Para él, salir del Padre fue entrar en nuestra historia, aparecer visiblemente y llegar a ser lo que no era naturalmente, del hecho de su relación con el Padre.
¡Cosa admirable! No se alejaba de quien él había venido, permaneciendo en el mismo del que había salido. De manera que él igual permanecía completamente en la eternidad que en el tiempo. Se lo encontraba enteramente en el Padre, al mismo tiempo que en la Virgen, plenamente en su propia majestad y la de su Padre, al mismo tiempo que en nuestra humanidad.
Si quieres saber cómo esto es posible, una comparación te hará comprender la verdad. La palabra, primero engendrada en el corazón, pasa entera en la vos, de forma que llega perfectamente a los otros. Sin embargo, permanece enteramente en el corazón. De la misma forma, el Verbo de bondad, que brota del corazón del Padre, sin dejar al Padre sale fuera de él.
San Amadeo de Lausanne (1108-1159)
monje cisterciense, obispo
Homilía mariana III (Trad. sc©Evangelizo.org; Cfr SC 72. «Huit homélies mariales», Paris, Cerf, 1960).
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