«Los mártires Inocentes proclaman tu gloria en este día, Señor, no de palabra, sino con su muerte» (Oración del día)
¿Hasta dónde pueden llegar los celos?... El crimen de hoy nos lo demuestra: el miedo de un rival para su reino terrenal llena de angustia a Herodes; monta un complot para suprimir «al Rey que acaba de nacer» (Mt 2,2), el Rey eterno; lucha contra su Creador y hace matar a unos inocentes... ¿Qué mal habían cometido esos niños? Sus mantillas eran mudas, su ojos no habían visto nada, sus oídos nada habían escuchado, nada habían hecho sus manos. Sufrieron la muerte cuando todavía no habían conocido la vida... Cristo lee el porvenir y conoce los secretos de los corazones, juzga los pensamientos y escudriña las intenciones (Sl 138): ¿por qué les ha abandonado?... El Rey del cielo que acaba de nacer ¿por qué ha ignorado a sus compañeros tan inocentes como él, olvidado a los centinelas apostados alrededor de su cuna hasta el punto que el enemigo que ha querido herir al Rey ha devastado a todo su ejército?
Hermanos míos, Cristo no ha abandonado a sus soldados sino que les ha colmado de honor haciéndoles triunfar antes de vivir y llevarse la victoria sin haber luchado... Ha querido que posean el cielo y lo prefieran a la tierra..., les ha enviado delante de él como a sus heraldos. No les ha abandonado: ha salvado a los que eran su vanguardia, no se ha olvidado de ellos...
Bienaventurados los que han cambiado el trabajo por el descanso, los dolores por el bienestar, los sufrimientos por el gozo. Están vivos, están vivos, verdaderamente viven estos que han sufrido la muerte por Cristo... Dichosas las lágrimas que por estos niños derramaron sus madres: les han valido la gracia del bautismo... Que aquél que se dignado acostar en un establo nuestro quiera conducirnos también a nosotros a los pastos del cielo.
San Pedro Crisólogo (c. 406-450)
obispo de Ravenna, doctor de la Iglesia
Sermón 152; PL 52, 604
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