Evangelio según San Lucas 1,39-45
María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".
RESONAR DE LA PALABRA
Queridos amigos y amigas:
Hace unos años, alguien a quien quería y quiero mucho, fue intervenida de un agresivo cáncer un día como hoy. Por la mañana temprano, al escuchar la primera lectura, tuve la convicción de que el Señor -el Amado del Cantar- la esperaba y la llamaba en el quirófano. No sabía si para vivir o para morir, pero le decía: “levántate amada mía, hermosa mía, y ven”.
Y así fue. La operación no pude realizarse. Ya no se podía hacer nada. Sólo quedaba esperar y procurar la mejor calidad posible de vida. Fue poco tiempo y fue un tiempo duro. Pero en todo momento sentí que lo que para mí era un dolor insoportable, para ella era un encuentro esperado.
Os cuento esto porque nunca más pude escuchar o leer este pasaje sin recordar vivamente aquellos meses y aquella persona, tan importante para mí. Y también porque, dentro del dolor, aquella experiencia me da esperanza para seguir viviendo con la certeza de que algún día Él también me espera y me llamará a mi. Y habrá un encuentro.
Toda nuestra vida se reduce -al final- a encuentros. Como María e Isabel en Ain Karem. Como el Amado y la amada del Cantar. Como conocer a personas que nos hacen mejores y nos cambian la vida.
Queda muy poco para Navidad. Otro encuentro, que no por repetirlo cada año deja de ser crucial. Ojalá no lo olvidemos. Ojalá cuidemos cada encuentro con el Otro y los otros, como si fuera el primero y el último. La alegría saltará también en nuestras entrañas. Así lo pido hoy para ti y para mi, para todos nosotros.
Nuestra hermana en la fe,
Rosa Ruiz, Misionera Claretiana
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