Evangelio según San Mateo 17,10-13
Al bajar del monte, los discípulos preguntaron a Jesús: "¿Por qué dicen los escribas que primero debe venir Elías?".
El respondió: "Sí, Elías debe venir a poner en orden todas las cosas;
pero les aseguro que Elías ya ha venido, y no lo han reconocido, sino que hicieron con él lo que quisieron. Y también harán padecer al Hijo del hombre".
Los discípulos comprendieron entonces que Jesús se refería a Juan el Bautista.
RESONAR DE LA PALABRA
Querido amigo/a:
No siempre somos capaces de reconocer lo que tenemos delante. Es una lamentable miopía, porque las grandes realidades de la vida, las cosas más bonitas, necesitan una mirada profunda, no se identifican a primera vista; de modo que podemos tener muy cerca preciosos tesoros que harían nuestra vida más rica y no ser conscientes. Suele ocurrir que estas esencias son invisibles a los ojos, como decía aquel escritor francés.
Una de ellas es la fe. Jesús hoy nos advierte de este peligro cuando le preguntan si Él es el mesías, el que tenía que venir. ¡Precisamente se lo preguntan a Él! En la respuesta, Jesús recuerda que no todos han sido reconocidos; ni el profeta Elías -del que nos habla hoy el libro del Eclesiástico en el capítulo 48-; ni Juan el Bautista, encarcelado y ejecutado; ni el propio Jesús, que adelanta su rechazo, pasión y muerte en cruz. El breve relato del evangelio invita a superar la tentación de un mesianismo glorioso y fácil, animando a los discípulos a comprender con Jesús el camino de la obediencia a la voluntad del Padre. Para Mateo, el sufrimiento y la gloria de Jesús son dos dimensiones inseparables de su acción redentora.
Pero volviendo a la reflexión inicial, ni muchos hombres ni mujeres de entonces reconocieron a Elías, ni a Juan el Bautista, ni al propio Jesucristo. ¿Hoy es diferente? Estamos en el ecuador del Adviento, el tiempo va pasando. Te propongo en tu oración personal de hoy que reces con esta petición: Señor que te vea, mejor dicho, que te reconozca en las realidades de la vida, de mi vida, en las que tú estás presente.
El que sí lo vio claro es el gran místico que hoy recordamos, San Juan de la Cruz. Y lo expresó muy bellamente con el don de la escritura que el Señor le concedió.
¡Oh llama de amor viva que tiernamente hieres, de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva, acaba ya si quieres, ¡rompe la tela de este dulce encuentro!
Nuestro hermano en la fe:
Juan Lozano, cmf.
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