sábado, 7 de diciembre de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 9,35-38.10,1.6-8


Evangelio según San Mateo 9,35-38.10,1.6-8
Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias.
Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor.
Entonces dijo a sus discípulos: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos.
Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha."
Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia.
"Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel.
Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca.
Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente."


RESONAR DE LA PALABRA

A lo largo de esta primera semana de Adviento, la Palabra de Dios nos ha ido situando en actitud de espera activa ante la venida del Salvador y del Reino. Los textos, también hoy, tanto del profeta Isaías como del Evangelio, nos han ido remitiendo al fin de los tiempos y a la llegada definitiva del Reino de Dios, de la liberación definitiva del mal y del triunfo pleno del Amor, la Justicia y la Paz. Nuestra esperanza y nuestra alegría crecen: el Señor vino y el Señor vendrá a salvarnos.

Pero la segunda venida se hace larga: ya van dos mil años. Y todavía queda tiempo de espera. Estamos en este tiempo intermedio, entre el ya y el todavía no del Reino. El Señor ya vino, y el Señor volverá. ¿Y mientras?

En el Evangelio de hoy Jesús nos remite a este tiempo de espera. Él ya vino y sembró la semilla del Reino. Sus discípulos, los de entonces y los de ahora, que hemos recibido la Buena Noticia y la semilla de ese Mundo nuevo, debemos dar gratis lo que recibimos gratis. Los cristianos de hoy, como los de todos los tiempos, entre la primera venida del Señor y la definitiva, hemos sido enviados como trabajadores a esa inmensa mies de hombres y mujeres de todo el mundo para seguir anunciando la gran alegría de la presencia del Señor y de la cercanía del Reino, en especial a los más pobres. Todos, laicos, sacerdotes, seglares, religiosos, hombres y mujeres seguidores de Jesús, cada uno con su carisma y servicio propio, hemos recibido gratis la semilla del Reino y la alegría del Evangelio; y todos somos enviados a seguir esparciendo esta semilla y esta alegría a tantos y tantas que aún viven en la oscuridad y la desesperación. Todos y todas hemos de anunciar y construir un mundo nuevo de amor, justicia y paz.

Adviento: tiempo de esperanza. También tiempo de compromiso liberador. ¿Y cuál es el motor que impulsa ese compromiso activo y esperanzado? También el Evangelio de hoy nos lo muestra. El mismo sentir de Jesús: el amor compasivo, el amor que “padece con” el que sufre, el amor que siente en propia carne el dolor, la tristeza, el sin sentido de tantos y tantas. El Amor mismo de Jesús, que nos prometió que siempre estaría con nosotros hasta el fin de los tiempos.

Javier Goñi

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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