«¿De dónde saca todo eso?… ¿No es este el carpintero, el hijo de María?» (Mc 6,2s).
El Señor Jesús, habiendo regresado con sus padres, del Templo y de Jerusalén a Nazaret, vivió con ellos hasta los 30 años «y les estaba sometido» (Lc 2,51). En las Escrituras no se encuentra nada que nos diga qué ha hecho durante este tiempo, lo que parece sorprendente… Pero pon atención y verás claramente que, no haciendo nada, hizo maravillas. En efecto, cada uno de sus gestos revela su misterio. Y puesto que actuaba con poder, se calló con poder, y permaneció retirado y en la oscuridad con poder. El soberano Maestro que nos había de enseñar los caminos de la vida, desde su juventud empieza a actuar con poder, pero de manera sorprendente, desconocida e inaudita, pareciendo, a los ojos de los hombres, inútil, ignorante, y viviendo en la abyección…
Apreciaba cada vez más esta forma de vivir a fin de ser juzgado por todos como un ser insignificante y sin importancia; esto lo había anunciado ya el profeta que en su nombre dijo: «Soy un gusano, no un hombre» (Sal 21,7). Ves lo que hacía no haciendo nada. Se volvió despreciable… ¿crees que esto es poca cosa? Es cierto, no es él quien tenía necesidad de esto, sino nosotros. No conozco nada más difícil ni más grande. Realmente me parece que han llegado al más alto grado los que de todo corazón y sin fingir, se tienen por nada a fin de no buscar nada más que ser despreciados, no ser tenidos en cuenta para nada y vivir en un abajamiento extremo. Es esto una victoria mucho más grande que tomar una ciudad.
San Buenaventura
Meditación sobre la vida de Cristo; Opera omnia, t. 12, p. 530s.
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