Estamos en el tiempo de la nueva evangelización y del ardor misionero, que solamente acontecerá si sabemos vivir de un modo vibrante nuestra fe. Tal realidad se volverá posible si es obra del fuego del Espíritu Santo actuando en nuestro interior. Juan XXIII entenderá esta urgencia, de ahí haber escrito en el final de la carta de convocatoria al Concilio Vaticano II, enviada a todos los obispos: “…dígnese el Divino Espíritu oír de manera mas consoladora la oración que todos los días sube de todos los rincones de la tierra: renueva en nuestra época los prodigios como en un nuevo pentecostés…”
p. Alberto Luis Gambarini
El Fuego de Pentecostés – pág. 14-15 – Ed. Ágape
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