lunes, 3 de febrero de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 5,1-20


Evangelio según San Marcos 5,1-20
Llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos.
Apenas Jesús desembarcó, le salió al encuentro desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu impuro.
El habitaba en los sepulcros, y nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas.
Muchas veces lo habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarlo.
Día y noche, vagaba entre los sepulcros y por la montaña, dando alaridos e hiriéndose con piedras.
Al ver de lejos a Jesús, vino corriendo a postrarse ante él,
gritando con fuerza: "¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el Altísimo? ¡Te conjuro por Dios, no me atormentes!".
Porque Jesús le había dicho: "¡Sal de este hombre, espíritu impuro!".
Después le preguntó: "¿Cuál es tu nombre?". El respondió: "Mi nombre es Legión, porque somos muchos".
Y le rogaba con insistencia que no lo expulsara de aquella región.
Había allí una gran piara de cerdos que estaba paciendo en la montaña.
Los espíritus impuros suplicaron a Jesús: "Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos".
El se lo permitió. Entonces los espíritus impuros salieron de aquel hombre, entraron en los cerdos, y desde lo alto del acantilado, toda la piara -unos dos mil animales- se precipitó al mar y se ahogó.
Los cuidadores huyeron y difundieron la noticia en la ciudad y en los poblados. La gente fue a ver qué había sucedido.
Cuando llegaron adonde estaba Jesús, vieron sentado, vestido y en su sano juicio, al que había estado poseído por aquella Legión, y se llenaron de temor.
Los testigos del hecho les contaron lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos.
Entonces empezaron a pedir a Jesús que se alejara de su territorio.
En el momento de embarcarse, el hombre que había estado endemoniado le pidió que lo dejara quedarse con él.
Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: "Vete a tu casa con tu familia, y anúnciales todo lo que el Señor hizo contigo al compadecerse de ti".
El hombre se fue y comenzó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho por él, y todos quedaban admirados.



RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

Tenemos delante un texto del evangelio difícil de entender, pero hay detalles a tener en cuenta. Jesús y sus discípulos están en los alrededores del lago de Genesaret, y consiguen desembarcar en territorio pagano para depositar también allí la semilla liberadora del reino de Dios, que quiere llegar a todos los pueblos y naciones.

El encuentro inmediato con un endemoniado furioso e indómito, cuya morada estaba entre las tumbas, revela la situación del mundo al que Jesús ahora se enfrenta. Es un mundo perdido y bajo el signo de la muerte. Es además un mundo impuro, como sugiere la presencia de una piara de cerdos, considerados animales impuros por los judíos. ¿Podrá hacer algo Jesús?

La situación es difícil, pero el poder del Hijo de Dios supera infinitamente al poder de las fuerzas del mal. Dice el texto del evangelio de hoy: “ Los espíritus le rogaron: «Déjanos ir y meternos en los cerdos.» Él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos”, que se precipitaron en el abismo del mar. El hombre quedó curado, recobró la paz interior y su dignidad como ser humano.

Esta liberación realizada por Jesús suscita el estupor no sólo de los presentes, sino también de nosotros que leemos hoy este acontecimiento. Y lo más importante es que este hombre tan extraño se encuentra con un Jesús lleno de poder y de amor. No se nos dice cómo se llamaba este enfermo, porque de alguna forma él representa a tantas personas que en su vida también se pueden sentir sometidos a poderes extraños que arruinan su vida.

El Papa Francisco comentando este caso recordaba que: “Todos nosotros hemos tenido en nuestra vida algún encuentro con Jesús, un encuentro verdadero en el que yo sentía que Jesús me miraba. No es una experiencia sólo para santos. Y si no recordamos, será bonito hacer un poco de memoria y pedir al Señor que nos dé la memoria, porque Él se acuerda, Él recuerda el encuentro ”.

Los evangelios nos presentan experiencias que cambiaron la vida de muchas personas: la samaritana, Natanael, Andrés y Pedro, el leproso, la mujer enferma desde hacía dieciocho años…

El Señor nos busca hoy también para tener un encuentro con cada uno de nosotros. Quizá lo olvidamos, perdemos la memoria hasta el punto de preguntarnos: "Pero ¿cuándo yo me encontré con Jesús o cuándo Jesús me sanó?". Cuánto tengo que agradecer al Señor por no haberse olvidado de mí. De bien nacidos es ser agradecidos. Gracias, Señor Jesús, porque tú siempre me ayudas, son las palabras que cada día tenemos que repetir.

Nuestro hermano en la fe.
Carlos Latorre

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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