“Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así pues tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra”
Para dedicarse a un arte..., para profundizar en una ciencia, el espíritu necesita soledad y aislamiento, necesita recogimiento y silencio. Ahora bien, para el alma enamorada de Dios, para el alma que ya no ve más arte ni más ciencia que la vida de Jesús, para el hombre que ha encontrado en la tierra el tesoro escondido (Mt 13,44), el silencio no le basta, ni su recogimiento en soledad. Le es necesario ocultarse a todos, le es necesario ocultarse con Cristo, buscar un rincón de la tierra donde no lleguen las profanas miradas del mundo, y allí estarse a solas con su Dios.
El secreto del Rey (Tb 12,7) se mancha y pierde brillo al publicarse. Ese secreto del Rey es el que hay que ocultar para que nadie lo vea. Ese secreto que muchos creerán son comunicaciones divinas y consuelos sobrenaturales... ese secreto del Rey que envidiamos en los Santos, se reduce muchas veces a una Cruz.
No pongamos la luz bajo el celemín, nos dice Jesús (Mt 5,15)... Publiquemos a los cuatro vientos nuestra fe, llenemos el mundo de gritos de entusiasmo por tener un Dios tan bueno. No nos cansemos de predicar su Evangelio y decir a todo el que nos quiera oir, que Cristo murió amando a los hombres, clavado en un madero... que murió por mí, por ti, por aquel... Y si nosotros de veras le amamos, no le ocultemos... no pongamos la luz que puede alumbrar a otros, debajo de un celemín.
Más en cambio, bendito Jesús, llevemos allá adentro y sin que nadie se entere, ese divino secreto... ese secreto que Tú das a las almas que más te quieren... esa partecica de tu Cruz, de tu sed, de tus espinas. Ocultemos en el último rincón de la tierra nuestras lágrimas, nuestras penas y nuestros desconsuelos... Ocultémonos con Cristo para sólo a El hacerle partícipe de lo que, mirándolo bien, sólo es suyo: el secreto de la Cruz. Aprendamos de una vez, meditando su vida, en su Pasión y en su muerte, que sólo hay un camino para llegar a El..., el camino de la santa Cruz.
San Rafael Arnáiz Barón (1911-1938)
monje trapense español
Escritos espirituales, 14/12/1936
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