Los ninivitas creyeron en Dios. (Jonás 3, 5)
¿Te acuerdas de haber escuchado algún discurso tan motivador que te sentiste movido a cambiar tu estilo de vida? Si fue así, probablemente empezaste a contarle a tus amigos y vecinos y animarlos a cambiar también.
Algo parecido sucedió con el profeta Jonás. Debía pasar tres días proclamando el mensaje de Dios en la ciudad de Nínive, pero cuantos lo escucharon el primer día se lo contaron a otros y el mensaje se propagó a la velocidad de la luz. Al día siguiente, ¡la ciudad completa se arrepintió y se volvió a Dios!
Un antiguo refrán dice que la mentira da la vuelta al mundo antes de que la verdad logre siquiera ponerse los zapatos, y de alguna manera es cierto. Piensa en los estragos que causa el chisme entre los vecinos o la propaganda engañosa que difunden los funcionarios o políticos corruptos. Son cuentos que tienen algo de atractivo y la gente no puede dejar de repetirlos.
En cambio, la verdad generalmente no vuela con la misma rapidez. Eso sucede porque, por lo general, la verdad nos confronta, y ante ella puede ser que tengamos que hacer o dejar de hacer algo, tomar alguna decisión o cambiar de estilo de vida. Las mentiras y los chismes son relatos “indiscretos” que no nos exigen esfuerzo alguno, solo la tendencia a proseguir la murmuración.
Por esto es que la historia de Jonás es aún más sorprendente. En tiempo récord la verdad del amor de Dios y su llamado al arrepentimiento volaron por la ciudad, y la gente aceptó el mensaje, aunque éste les exigía cambiar, y se volvieron al Señor con arrepentimiento. Los engaños de los falsos dioses de Nínive no pudieron competir con la verdad del único Dios viviente.
Esta es la gloria del mensaje cristiano y tú eres uno de los mensajeros de Dios. Los efectos que causa tu testimonio son más eficaces de lo que te imaginas. Tus palabras, cuando las compartes con amor, plantan las semillas del Evangelio en el corazón de cada persona que te escucha. Tus acciones, cuando las realizas con un espíritu de generosidad, permanecen en el recuerdo de la gente. Tal vez pienses que son insignificantes, pero en realidad Dios te está utilizando para ayudar a estas personas a que lo vean y lo conozcan. Sí, ¡a ti también!
“Señor, Espíritu Santo, concédeme confianza para compartir la buena nueva hoy mismo.”
Salmo 51 (50), 3-4. 12-13. 18-19
Lucas 11, 29-32
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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