Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso. (Lucas 6, 36)
Un joven veterinario visitó una finca y quiso probar un nuevo tratamiento con una vaca enferma, pero para su espanto, la res murió pocos días después. El granjero pudo haberlo demandado y arruinado su reputación en la comunidad de granjeros, pero no lo hizo; de hecho, nunca volvió siquiera a hablar del asunto. El veterinario quedó tan asombrado por la manera de proceder del granjero que durante su vida, cuando alguien cometía un error que lo perjudicaba a él, pensaba en aquella experiencia y procuraba seguir su ejemplo de perdón.
En cierto modo, el Evangelio de hoy es similar a esta historia. De todas las palabras que Jesús pudo haber usado para describir a su Padre celestial, dijo que es “misericordioso” (Lucas 6, 36). Más que justo, poderoso o sabio, Jesús dejó en claro que el Padre es clemente y compasivo, y nos invita a tener la misma actitud hacia los demás.
Los discípulos sabían que Dios había actuado con misericordia con su pueblo, pero Cristo no quería que se limitaran solo a esa idea, tal como no quiere que nos limitemos nosotros, sino que desea que experimentemos personalmente el amor compasivo del Padre, y más aún, que aprendamos a compartir la misericordia con otras personas. ¿Qué significa esto? Que en lugar de fijarnos en las faltas de los demás, los disculpemos y actuemos con bondad y paciencia, porque en lugar de guardar rencores, el Señor nos anima a perdonar.
Jesús sabía que tenía que demostrar en la práctica la misericordia de Dios, por eso les dice a los discípulos: “No juzguen y no serán juzgados” (Lucas 6, 37), y luego les demuestra cómo hacerlo yendo a cenar a casa de Leví, un despreciado cobrador de impuestos y considerado gran pecador y traidor (5, 27-32). “No condenen y no serán condenados” les enseña (Lucas 6, 37), y luego le dice a una mujer sorprendida en adulterio: “Tampoco yo te condeno” (Juan 8, 11). Finalmente, dio su lección más importante sobre el perdón y la misericordia cuando estaba clavado en la cruz, agonizando, y humildemente le pidió al Padre diciendo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23, 34).
¡Qué misericordioso es nuestro Dios!
“Padre celestial, muéstrame hoy tu misericordia para que yo aprenda a ser compasivo.”
Daniel 9, 4-10
Salmo 79 (78), 8-9. 11. 13
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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