Con Jesús por la mañana.
“En todo lo que suscita en nosotros el sentimiento puro y auténtico de la belleza está realmente la presencia de Dios. Existe casi una especie de encarnación de Dios en el mundo, cuyo signo es la belleza. Lo bello es la prueba experimental de que la encarnación es posible. Por esto, todo arte de primer orden es, por su esencia, religioso” (Simone Weil). Dios habita en este mundo y lo hace bello. ¿Descubres a Dios en las cosas bellas? Contribuye a embellecer tus ambientes, trabajando con prolijidad y orden. Ofrece lo de hoy por la intención del Papa.
Con Jesús durante el día.
“Les preguntó: ¿Por qué han estado aquí desocupados todo el día? Le respondieron: “¡Porque nadie nos ha contratado! Él les dijo: Vayan también ustedes a la viña” (Mt. 20,7). ¿Estás dispuesto a poner tus dones y talentos al servicio de la viña del Señor? ¿Te motiva embellecer el mundo? Repite lentamente en tu corazón: “Señor, no dejes de llamarme a trabajar junto a ti, en favor de mis hermanos” mientras actualizas el propósito del día.
Con Jesús por la noche.
Agradece y entrega. Aquieta el corazón y disponte a mirar lo vivido. Cada día es un regalo. ¿Qué motivos tuviste hoy para agradecer? ¿Qué momentos te llenaron de plenitud? ¿Qué personas te alegraron? Agradece por ellas. Toma nota de lo más significativo del día. Entrega al Señor la jornada que termina.
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