lunes, 21 de agosto de 2017

Meditación: Mateo 19, 16-22


San Pío X, papa

Maestro, ¿qué cosas buenas tengo que hacer para conseguir la vida eterna? (Mateo 19, 16)

Seguramente nosotros también nos hemos sentido como este joven: deseamos hacer lo correcto pero nos cuesta vivir como Cristo nos manda. El joven era rico y deseaba llegar a la vida eterna, por eso buscó a Jesús para que lo aconsejara.

Lo interesante es que, en su respuesta, Cristo empezó por repetirle los mandamientos. Cumplir los mandamientos de Dios es el primer paso para obtener la vida eterna. Pero este joven había percibido que necesitaba algo más que la sola observancia de la ley.

Este “algo más” era el deseo de una dimensión más espiritual, por encima del cumplimiento de la ley. El Señor, perfectamente consciente de que el joven necesitaba establecer una relación de amor y entrega personal con Dios, no le dio más mandamientos; le pidió su corazón.

Pero el joven no pudo aceptarlo, porque esto significaba renunciar a sus riquezas, que eran muchas. Jesús no decía que era malo tener posesiones; lo que pedía era que el joven lo siguiera a él de corazón y las riquezas podían ser un obstáculo, y lo fueron.

Abandonar las riquezas es bueno para algunos, y es el camino que Jesús escogió para sí mismo; pero la idea central es seguir a Cristo, no necesariamente despojarse de todo bien material.

Todos tenemos responsabilidades en la vida: el cuidado de la familia, el trabajo, personas a quienes amar. Jesús quiere que seamos fieles en nuestras obligaciones y realizarlas a la perfección mientras lo seguimos a él; es decir, no podemos abandonar ninguna responsabilidad.

Pero al mismo tiempo, Jesús dice que la riqueza puede ser un obstáculo para seguirlo a él, y que todos tenemos que cuidarnos de que las posesiones materiales no nos impidan seguirlo más fielmente.

Jesús conoce bien todas nuestras limitaciones, pero quiere que estemos conscientes del poder del Altísimo. Si reconocemos que no siempre podemos agradar a Dios, y le suplicamos su ayuda, no tendremos que alejarnos llenos de tristeza, porque él nos fortalece y nos da la capacidad de cumplir su voluntad.
“Amado Señor, quiero amarte y llegar a la vida eterna contigo. Enséñame, Señor, a no aferrarme a los bienes de este mundo.”
Jueces 2, 11-19
Salmo 106(105), 34-37. 39-40. 43-44

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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