Debemos luchar decididamente contra de la dispersión de nuestra mente.
Debemos luchar decididamente contra de la dispersión de nuestra mente. En este aspecto nos puede ayudar mucho la confianza viva de hallarnos, en la oración, en presencia de Dios Mismo.
San Basilio el Grande escribe: “Si uno que se halla frente a su jerarca, dialogando con él, lo hace con estremecimiento y dejando de prestarle atención a todo lo que le rodea, impidiendo incluso que sus ojos espirituales se distraigan, para no perjudicarse, ¿no deberíamos también nosotros, al presentarnos ante Dios, llenarnos de temor y estremecimiento, dirigiéndole completamente nuestra mente, y no a cualquier otra cosa? Porque Él no ve sólo el hombre exterior, sino también lo que éste tiene dentro”.
San Simeón el Nuevo Teólogo agrega: “Cuando los hombres discuten entre sí, saben de qué están hablando y quienes les escuchan entienden lo que se está discutiendo. Sería una gran insensatez hablar con alguien, sin estar atentos a lo que decimos y escuchamos. Luego, si nos presentamos ante Dios, si hablamos con Él y oramos, pero no estamos atentos a lo que decimos, ¿qué provecho podríamos obtener, aún permaneciendo en ese estado durante horas enteras, aún glorificando a Dios día y noche, si nuestra mente está distraída?”.
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