sábado, 19 de agosto de 2017

Meditación: Mateo 19, 13-15


San Juan Eudes, presbítero

Dejen que los niños vengan a mí. (Mateo 19, 14)

En esta invitación, Jesús resume el principal deber que tienen los padres cristianos: cultivar en sus hijos la semilla de la fe en Cristo que recibieron en el Bautismo. Todos queremos lo mejor para nuestros hijos y que sean personas de bien. Por esto, llevarlos a Jesús y nuestro un buen ejemplo cristiano es el mejor regalo que podemos darles. Este es el verdadero amor de los padres a sus hijos.

Los padres de familia no deben cohibirse de hablar a sus hijos acerca de Jesús, aunque al principio les incomode algo, especialmente si ellos son mayores, pero jamás es demasiado tarde para empezar. Jesús siempre dará a sus fieles la gracia que necesitan.

Por su parte, los que son sacerdotes, religiosas o solteros pueden dedicarse fielmente a la oración de intercesión por todas las familias, para que la gracia del Sacramento del Matrimonio abunde generosamente en sus hogares.

A los pequeños les encanta escuchar historias de la Biblia. Los de escuela primaria pueden dramatizar un pasaje bíblico o una parábola y luego hablar de cómo pueden aplicar la enseñanza en casa o con sus amiguitos. Hay una frase conocida que dice ¿Qué haría Jesús en mi lugar?, y esto puede servir para que los adolescentes empiecen a conversar acerca de las distintas situaciones en las que suelen encontrarse y entender cómo pueden comportarse como seguidores de Jesús.

El deber de dar testimonio de Jesús también se aplica a los hijos ya crecidos, y probablemente la mejor estrategia es que los padres les cuenten sus propias experiencias de fe, de conversión, de confesión, y de cómo su fe en Cristo les ayudó a salir adelante en los vaivenes de la vida.

En todo lo que hagas con tus hijos, o cuando ores por las familias, no dejes de reclamar la promesa de que Jesús bendice a todos los padres que hacen todo lo que pueden con humildad y sinceridad. Al Señor le encanta consolidar y renovar la vida familiar y convertirla en un sacramento de sanación y fortaleza para todo el mundo.
“Jesucristo, Señor Salvador mío, te pido que me ayudes a educar bien a mis hijos en la fe, para que te conozcan personalmente y se entreguen a ti de corazón. Te pido especialmente por los niños que se han quedado huérfanos. Estréchalos, Señor, en tus brazos amorosos.”
Josué 24, 14-29
Salmo 16(15), 1-2. 5. 7-8. 11

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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