Señor y dador de todo bien,
al entregarte y consagrarte éste día te pido:
ayúdame a saber distinguir el bien del mal,
ayúdame a distinguir lo que conviene para mi crecimiento,
dame el reconocer la lengua mentirosa,
el corazón traicionero
para que nada me tome por sorpresa.
¡Derrama tu Espíritu Santo!
Derrama el Fuego de Pentecostes sobre mi vida
para que todo lo que salga de mi boca venga de Ti.
Todo lo que contemplen mis ojos tengan tu mirada,
todo lo que escuchen mis oídos edifique mi interior,
para que mis pies impriman tus huellas,
Ayúdame a perseverar en Tu Palabra.
Dame tu fuerza, dame tu paz y tu gozo.
Dame sonreír Contigo,
a ser causa de alegría para otros.
¡ayúdame a amar, a tratar bien a los demás
Quiero ser tuyo, quiero vivir en Tu presencia
porque sólo en ti descansa mi vida;
Dame la garra del que busca motivos siempre nuevos en Ti
para dar la batalla del día.
y Bendíceme!
Tú que eres Padre,
Tú que eres Hijo,
Tú que eres Espíritu Santo!
¡Amen!
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