En la mañana:
¡Bendícenos Dios de la Vida!
Tú eres el eternamente Santo,
el eternamente presente.
Necesitamos de Tí, Señor,
¡Danos Tu Espíritu Santo!
Danos ese Fuego que purifica,
ese Viento que levanta del suelo,
que lleva a Tus alturas,
y Santifica.
Con su Dulce presencia, ¡Santifícanos!
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