Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado. Porque Juan decía a Herodes: "No te es lícito tener a la mujer de tu hermano". Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía, porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto. Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea. La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: "Pídeme lo que quieras y te lo daré". Y le aseguró bajo juramento: "Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino". Ella fue a preguntar a su madre: "¿Qué debo pedirle?". "La cabeza de Juan el Bautista", respondió esta. La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido: "Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista". El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla. En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan. El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre. Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.
RESONAR DE LA PALABRA
Ciudadredonda
Queridos hermanos:
Hace ya tiempo que se distinguió entre poder e influencia. Una mujer, Carmen Alborch, ministra en tiempos de Felipe González, recordaba hace varios años una precisión, formulada en estos términos: “los hombres tienen el poder; las mujeres, la influencia”. (Ahora ya, en ciertos países, las mujeres tienen también unas cuotas importantes de poder.) Quizá no sea necesario acotar una definición exacta de esos dos términos para comprender lo que se quiere decir. Nos basta con volver sobre el episodio evangélico de hoy para entender la diferencia.
Herodes manda decapitar a Juan; pero lo hace subyugado por la hija de Herodías, rendido ante la perfecta ejecución de la danza. El deseo de una mujer ha sido orden para un hombre que está aún bajo su embrujo y que no se siente con ánimo para volverse atrás de su juramento. Así se teje la red de complicidades humanas.
Aquí no nos interesa saber si las cosas sucedieron exactamente como se narran en el evangelio; pero reconozcamos que el relato refleja algo muy real. Por suerte, también pueden juntarse el poder y la influencia en orden a lo bueno, a la conquista de formas de vida mejores, de comportamientos ejemplares y envidiables. Podemos poner otro ejemplo evangélico: la escena de Caná. La situación es bochornosa para las familias que celebran la boda. María se percata de lo que sucede e interviene ante Jesús, que al final secunda el deseo de “la mujer”. Incluso se entiende la función de María glorificada como la de la gran intercesora que obtiene del Señor, en favor nuestro, dones de salvación.
En ocasiones no tenemos nada, ni podemos hacer nada; nos sentimos totalmente impotentes para sacar algo a flote o para encauzar de forma creadora y favorable una situación. En otras ocasiones tenemos alguna influencia: no tiene por qué ser una influencia turbia, acaso sea sólo la de una palabra cargada de sentido y de fuerza para sacudir las conciencias; así era la palabra profética de Juan el Bautista. En fin, otras veces tenemos poder para ejecutar o mandar ejecutar determinadas acciones que cambian una circunstancia o situación de signo negativo. Lo importante es saber discernir y actuar en consecuencia.
Herodes manda decapitar a Juan; pero lo hace subyugado por la hija de Herodías, rendido ante la perfecta ejecución de la danza. El deseo de una mujer ha sido orden para un hombre que está aún bajo su embrujo y que no se siente con ánimo para volverse atrás de su juramento. Así se teje la red de complicidades humanas.
Aquí no nos interesa saber si las cosas sucedieron exactamente como se narran en el evangelio; pero reconozcamos que el relato refleja algo muy real. Por suerte, también pueden juntarse el poder y la influencia en orden a lo bueno, a la conquista de formas de vida mejores, de comportamientos ejemplares y envidiables. Podemos poner otro ejemplo evangélico: la escena de Caná. La situación es bochornosa para las familias que celebran la boda. María se percata de lo que sucede e interviene ante Jesús, que al final secunda el deseo de “la mujer”. Incluso se entiende la función de María glorificada como la de la gran intercesora que obtiene del Señor, en favor nuestro, dones de salvación.
En ocasiones no tenemos nada, ni podemos hacer nada; nos sentimos totalmente impotentes para sacar algo a flote o para encauzar de forma creadora y favorable una situación. En otras ocasiones tenemos alguna influencia: no tiene por qué ser una influencia turbia, acaso sea sólo la de una palabra cargada de sentido y de fuerza para sacudir las conciencias; así era la palabra profética de Juan el Bautista. En fin, otras veces tenemos poder para ejecutar o mandar ejecutar determinadas acciones que cambian una circunstancia o situación de signo negativo. Lo importante es saber discernir y actuar en consecuencia.
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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