Padre mío del Cielo,
¡Que bien se siente levantarse,
comenzar un nuevo día,
con la certeza de Tu Amor presente!
Sí, Tú eres el que me hace mi despertar en alegría.
Me has buscado, me has perseguido,
has entablado lucha conmigo y venciste!
Ya no anhelo las riquezas del mundo,
las riquezas que engordan mi soberbia y mi vanidad.
Contigo tengo nuevos propósitos,
tengo un nuevo sentir.
Ya nada quiero que no sea de Tu agrado.
¡Emborráchame de Tu Espíritu Santo!
Tú lo eres todo, Tú eres la razón de mis desvelos.
Gracias porque Tu Diestra poderosa me levanta y me salva.
Abre las puertas del Cielo,
de Tu Corazón y, ¡béndiceme con Tu Gracia!
En el Nombre de Tu Hijo,
por el Poder de Tu Espíritu.
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