jueves, 31 de agosto de 2017

Meditación: Mateo 24, 42-51


“Velen y estén preparados, porque no saben qué día va a venir su Señor.” (Mateo 24, 42)

Este discurso de Jesús nos desafía a vivir preparados para su segunda venida. Desoír esta advertencia y llevar una vida egocéntrica y de búsqueda de placeres sería desastroso. Este desafío de Jesús, planteado antes de su pasión, nos hace recordar otro anterior (Mateo 7, 24-26) en que el Señor advertía que los que no edificaran su casa sobre la roca de sus palabras sufrirían la pérdida total. De modo que, tanto al principio como al final de su ministerio público, Jesús nos presenta la misma advertencia.

Pero estas exhortaciones no aparecen sólo en el Nuevo Testamento, porque también pueden leerse en el Antiguo Testamento (por ejemplo, en el Salmo 1). Lo distinto es que ahora se nos presentan a la luz del juicio y en el contexto del regreso de Jesús a Jerusalén para completar la obra del Padre e inaugurar el Reino de Dios.

Cuando leemos lo del juicio en algún pasaje referente al final de los tiempos, la mayoría tendemos a identificarnos con los “buenos” y quizá nadie se identifique con el esclavo malvado (Mateo 24, 48-49). Sin embargo, sería más provechoso que reconociéramos honestamente que a veces actuamos como el siervo bueno, pero otras, como el malvado.

La idea es que, dependiendo de a nuestra propia iniciativa, no es muy probable que permanezcamos alertas y en guardia. Sin embargo, gracias a la muerte y la resurrección de Jesús, hemos recibido la gracia necesaria para saber actuar bien.

A medida que recibamos de buen grado la vida y el poder de Dios y cada día aprendamos a confiar en ese don gratuito, podemos estar despiertos y preparados y ser bendecidos por el Señor, que nos encontrará “trabajando” a cualquier hora que él llegue.

Nuestra esperanza está fundada en la promesa de Dios y en la salvación que nos mereció la muerte y la resurrección de su amado Hijo. Despreocuparse porque nos parezca que el Señor se demora en volver es pecar de insolencia y puede llevarnos a abusos y maldades. Pero si nos mantenemos atentos con la firme esperanza de que ciertamente Cristo volverá un día, seremos colmados de bendiciones.
“Señor Jesús, sé que tú vendrás de nuevo con todo tu poder y majestad. Me regocijo en esa venida y te ruego que me ayudes a permanecer siempre alerta y fiel a tus promesas.”
1 Tesalonicenses 3, 7-13
Salmo 90(89), 3-5. 12-14. 17

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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