martes, 29 de agosto de 2017

Meditación: Marcos 6, 17-29


El Martirio de San Juan Bautista

La luz alumbra, comunica vida, permite ver y da un sentido de orientación y seguridad. La oscuridad engendra incertidumbre, ignorancia, frío y desorientación, por eso hay muchos delitos y pecados que se cometen en la oscuridad. En cambio, el sol del amanecer puede aliviar hasta el corazón más atribulado.

En efecto, las tinieblas y la luz no pueden coexistir; la oscuridad odia la luz y cuando llega la luz, las tinieblas no pueden resistirla y desaparecen.

Muchos cristianos recuerdan hoy el martirio de San Juan Bautista, hecho que contrasta la oscuridad con la luz. Juan fue una luz para el mundo, “una lámpara que ardía y brillaba” (Juan 5, 35), y muchos se sintieron atraídos por él, como más tarde se deslumbraron con Jesús.

Pero había algunos que le temían a Juan, porque no querían que sus malas acciones salieran a la luz. Estos se negaban a entrar en la luz; se sentían atraídos, pero no actuaban por temor. Por ejemplo, Herodes escuchaba a Juan con agrado, aunque éste le echaba en cara su pecado de adulterio.

Sin embargo, Herodes no dejó que la luz entrara en su vida y mantuvo su relación ilícita con Herodías. El remordimiento le hacía temer a Juan, pero más pudo el deseo de proteger su prestigio delante de sus amigos. Finalmente, Herodes se hundió por completo en las tinieblas del pecado cuando mandó decapitar a San Juan.

Por la fe y el Bautismo en Jesús, los cristianos tenemos la luz de Cristo en nuestro ser. Si dejamos brillar esa luz, otros la verán y se sentirán atraídos, como lo dijo el Señor: “Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad construida en lo alto de un monte; y cuando se enciende una vela, no se esconde debajo de una olla, sino que se pone sobre un candelero para que alumbre a todos los de la casa” (Mateo 5, 14-15).

Algunos seguramente escuchan la verdad con escepticismo o temor y no aceptan al Señor; pero otros, que se interesan y aceptan a Cristo, se llenan de la luz de Cristo y él les colma de gozo, paz, seguridad y sabiduría y pueden desechar el temor y el sentido de culpa.
“Amado Jesús, tú eres la luz del mundo. Enciende tu luz en mi oscuridad para que yo siga tus pasos y aprenda a vivir de un modo digno de un discípulo tuyo.”
1 Tesalonicenses 2, 1-8
Salmo 139(138), 1-6

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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