Con Jesús por la mañana.
“La Iglesia de Cristo no es más que lo que somos nosotros, lo que nosotros la hagamos. Cristo vive en ella, es su cabeza, pero su grado de santidad, su desarrollo y crecimiento dependerá de nosotros, de nuestra fidelidad al llamado que Él nos hace cada día” (San Alberto Hurtado). ¿Cómo vives tu filiación a la Iglesia? ¿Eres consciente que son tus actitudes las que la configuran? ¿Te sientes parte de sus logros y de sus fracasos? Ofrece tu día por la Intención del Papa y ten una actitud misericordiosa con todas las personas.
Con Jesús durante el día.
“Jesús dijo a sus discípulos: Les aseguro que, si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo en la tierra, les será concedido por mi Padre que está en los cielos; pues donde dos o tres se reúnen en mi nombre, yo estoy allí en medio de ellos” (Mt 18,19-20). ¿Acoges a quienes menos quieres como hermanos en el Señor? ¿Pides a Jesús por las necesidades de los demás? ¿Abres tu corazón al encuentro con Jesús y tus hermanos? En silencio repite. “Ven, Señor Jesús”, mientras continúas poniendo en práctica el propósito de la mañana.
Con Jesús por la noche.
Agradece y entrega. Aquieta el corazón y disponte a mirar lo vivido. Cada día es un regalo. ¿Qué motivos tuviste hoy para agradecer? ¿Qué momentos te llenaron de plenitud? ¿Qué personas te alegraron? Agradece por ellas. Toma nota de lo más significativo del día. Entrega al Señor la jornada que termina.
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