lunes, 28 de agosto de 2017

Meditación: Mateo 23, 13-22


San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia

Jesús denunciaba el juicio inflexible y legalista de los fariseos y escribas. El Señor entendía perfectamente por qué la gente no podía recibir la vida nueva, descubrir la verdadera libertad y experimentar la verdad en forma personal: Sabía que se sentían abrumados por las estrictas exigencias de la ley (Mateo 11, 28-30), y que los gentiles convertidos al judaísmo no experimentaban ni vida espiritual ni libertad.

Incluso los mismos fariseos ideaban formas de evadir el rigor de la ley, valiéndose de pretextos legales y eludiendo los votos que habían jurado cumplir. Por esto, Jesús condenaba las prácticas legalistas del judaísmo.

Quizás todo esto nos parezca sumamente ajeno a nosotros, pero es preciso que nos demos cuenta de que nuestras propias prácticas religiosas pueden convertirse en áridos rituales que nos privan de la libertad y la verdad. Como resultado, nosotros podemos llegar a presentar ante los demás una imagen deslucida y sin atractivo del cristianismo.

¿Es evitar aquello que hemos tildado de pecaminoso lo que más nos interesa en nuestro cristianismo? ¿Nos preocupamos más de guardar las leyes de la Iglesia (sólo el cumplimiento de la moral) que de conocer el amor compasivo de Dios y compartirlo con los demás? ¿Vemos que nuestra fe nos imparte la vida y la fuerza de Cristo resucitado para vivir diariamente con alegría y rectitud?

Toda vez que pensamos tener razón al enojarnos con algún familiar, criticar a un colega o amigo, o negarnos a ayudar por falta de tiempo, estamos manipulando la verdad. Nos ponemos a la defensiva y nos creemos justos, pero nosotros también necesitamos el poder de Dios para cambiar. La esencia del cristianismo consiste en presentarnos con toda sinceridad ante el Señor y abandonarnos a su misericordia.

Lo opuesto (como el judaísmo descrito en Mateo) es vivir sólo por esfuerzo propio, justificándose uno mismo. Para distinguir la diferencia, es bueno preguntarse: ¿Me siento abrumado por las exigencias del cristianismo, o encuentro en él la vida verdadera como discípulo de Cristo?
“Señor mío, ayúdame a reconocer si mis prácticas religiosas se transforman en obstáculos para la vida de la gracia que tú obtuviste para mí en la cruz.”
1 Tesalonicenses 1, 1-5. 8-10
Salmo 149, 1-6. 9

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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